La Ratita Presumida y el Gato Engañador



Había una vez una ratita presumida llamada Rita, que vivía en un pequeño agujero en la pared de una casa. A Rita le encantaba verse linda y siempre se esforzaba por estar hermosa. Se peinaba con esmero y elegía los mejores lazos para adornar su cabezita.

"¡Qué linda que soy!" - decía Rita mientras se miraba en un charquito de agua.

También le encantaba que los demás animalitos del vecindario la miraran y la adulaban.

"¡Qué ratita más bonita!" - le decían los pajaritos al pasar.

"¡Sos un verdadero dulce!" - la aplaudían las ardillitas.

Un día, mientras Rita paseaba orgullosa por el jardín, vio a un gato muy elegante llamado León. Él la observaba con admiración.

"Hola, ratita preciosa, ¿te gustaría dar un paseo conmigo?" - la invitó León con una sonrisa encantadora.

Rita, emocionada por la atención del gato, aceptó.

"¡Sí, claro! Me encantaría pasear contigo, León" - contestó, moviendo su colita con alegría.

Mientras caminaban, León comenzó a hablarle de sus aventuras y de lo hermosa que era Rita. Sin embargo, lo que Rita no sabía era que León tenía un plan. A pesar de parecer un galán, en realidad, él solo quería engordar un poco antes de comérsela.

"Rita, hoy te invito a una cena especial en mi casa. He preparado algo delicioso que seguro te encantará" - le dijo León emocionado.

Rita, deslumbrada por la idea, decidió ir a la casa del gato. Pero en el camino, algunos de sus amigos la advirtieron:

"¡Rita, ten cuidado! Los gatos son muy astutos" - le gritaron los pajaritos.

"¡No te fies de un gato, es un depredador!" - insistió una ardilla.

Sin embargo, la ratita presumida no los escuchó. Estaba demasiado ilusionada.

Cuando llegaron a la casa de León, fue recibida con una mesa bellamente adornada y comida que olía delicioso.

"Aquí tienes, ratita. Esta es una sopa especial, ideal para vos" - dijo León, mientras servía el plato.

Rita, que estaba cada vez más emocionada, tomó una cucharada. Pero justo en ese momento, se dio cuenta de que algo no estaba bien. León sonrió con una mirada que le causó un escalofrío.

"¿Te gusta la sopa?" - preguntó León, mientras su cola azotaba el suelo.

"Um, sí, creo que..." - titubeó Rita, cada vez más incómoda.

En ese instante, se escuchó un ruido en la ventana. Era su amigo el pato, que volaba por allí buscando a Rita. Al ver lo que sucedía, se asomó y gritó:

"¡Rita, no confíes en él! ¡Es un gato y solo quiere engullirte!"

Rita se dio cuenta de que su amigo tenía razón y trató de escapar.

"¡Ay, no!" - gritó, mientras corría hacia la puerta.

León se abalanzó sobre ella, pero la astuta ratita, que había sido engañada pero no presa del susto, logró cerrar la puerta justo a tiempo.

"¡Nunca más me dejaré engañar!" - exclamó, temblando de miedo.

Y así, la ratita presumida volvió a su agujero, aprendiendo una lección invaluable. No solo la belleza superficial no importaba, sino que lo más importante era ser prudente y escuchar a sus amigos.

Desde ese día, Rita se dedicó a descubrir su verdadero valor, no solo en su apariencia, sino en su carácter y en las amistades que atesoraba.

"¡Nunca más me dejaré engañar por un gato encantador!" - prometió a sí misma.

Rita, aunque seguía cuidando su apariencia, aprendió que la verdadera belleza es la que se encuentra en el corazón y en las decisiones que tomamos. Y sobre todo, valoró más que nunca a sus amigos, que siempre la cuidaron y apoyaron.

Así, la ratita presumida vivió muchas otras aventuras, pero siempre manteniendo alerta su instinto y aprendiendo a confiar en sí misma y en los que la rodeaban.

FIN.

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