Las Aventuras de Teresa la Trabiesa



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Teresa. Era una niña muy curiosa, siempre explorando y metiéndose en la clase de problemas que hacían que se la conociera popularmente como 'Teresa la Trabiesa'.

Un día, mientras jugaba en el parque con su amigo Tomás, Teresa se le ocurrió una travesura.

"¡Vamos a hacer una broma a doña Clara!", dijo emocionada.

"¿Pero no es un poco arriesgado?", respondió Tomás, un poco dudoso.

"¡No te preocupes! Solo le pondremos un chicle en el asiento del banco", replicó Teresa con una gran sonrisa.

Tomás no estaba muy convencido, pero decidió acompañar a su amiga. Prepararon la broma y, cuando doña Clara se sentó, ¡puff! Se quedó pegada al banco. Todos los niños comenzaron a reír.

"¡Teresa, sos una genia!", gritó uno de los chicos.

"¡No, no! Esto no está bien", dijo Tomás, preocupado.

Sin embargo, Teresa no escuchó las advertencias de su amigo. Por el momento, le parecía muy divertido. Pero cuando doña Clara se dio cuenta de la broma, su cara cambió de risa a enojo.

"¿Qué niños traviesos han hecho esto?", preguntó ella con una voz firme.

"Fue solo una broma, doña Clara", dijo Teresa con un tono burlón.

"Las bromas pueden doler, Teresa. Un día, te podría pasar algo que no te guste", le respondió doña Clara, mientras se despegaba del banco.

Teresa sintió que un pequeño escalofrío recorría su espalda.

Al día siguiente, todo el pueblo estaba emocionado porque había concurso de talentos. Teresa tenía muchas ganas de participar, pero su traviesa actitud le había ganado algunos enemigos.

"No creo que me dejen participar", le dijo a Tomás con desánimo.

"No te preocupes, Teresa. Si demostrás que te has disculpado, seguro te dejarán", le dijo Tomás tratando de alentarlo.

Así que, decidida a redimirse, Teresa decidió ir a ver a doña Clara.

"Hola, doña Clara. Quería disculparme por la broma de ayer. No quise ofenderla", le dijo con sinceridad.

La anciana la miró con sorpresa.

"Te aprecio por venir a pedirme disculpas, Teresa. Pero recuerda, el respeto es fundamental. Las travesuras son divertidas, pero nunca cuando hacen daño a los demás", le aconsejó doña Clara.

"Entiendo, doña Clara. Prometo ser más responsable en el futuro", respondió Teresa sinceramente.

Ese mismo día, Teresa decidió usar su energía para algo bueno. Se le ocurrió preparar una actuación para el concurso de talentos que no solo la incluyera a ella, sino también a otros niños del barrio.

"¿Quieren hacer una obra de teatro?", preguntó a su grupo de amigos.

"¡Sí!", exclamaron todos.

"Pero no puede ser aburrida, tiene que ser divertida como nuestras travesuras", insistió uno de ellos.

Así que con mucho entusiasmo, comenzaron a ensayar. Teresa contaba chistes y hacía bromas, pero ahora, eran bromas que hacían reír a todos y que no ofendían a nadie.

Llegó el gran día. El pueblo completo se reunió en la plaza. Cuando fue el turno de Teresa y sus amigos, todos estaban nerviosos.

"No se preocupen, ¡hagámoslo por diversión!", dijo Teresa.

La obra comenzó y todos se sorprendieron con lo creativos que eran. Al final de la actuación, el público estalló en aplausos y risas.

"¡Son unos genios!", gritaron algunos.

"¡Teresa, has cambiado!", le dijo Tomás.

"Ya no sos la traviesa, sos la divertida y responsable", agregó.

Desde aquel día, Teresa se convirtió en una niña que no solo sabía cómo divertirse, sino que también entendía la importancia de hacer el bien y respetar a los demás. Así, nunca dejó de ser traviesa, pero supo canalizar su energía en algo positivo y inspirador para todos a su alrededor. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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