Las Vacaciones de Libélula



Era un hermoso día de verano en el pequeño pueblo de Buenos Aires. Libélula, una niña curiosa y aventurera, se despertó con la emoción de que finalmente habían llegado sus vacaciones familiares. - ¡Mami, mami! - gritó mientras corría hacia la cocina, donde su madre preparaba el desayuno. - ¡Hoy viajamos a la playa! - sí, cariño, ¡ya casi estamos listos! - respondió su madre mientras sonreía.

Las vacaciones eran siempre un momento especial para Libélula, ya que podía pasar tiempo con su hermana, Mariana, y su padre, quien a menudo les contaba increíbles historias de sus propias vacaciones de niño.

Al llegar a la playa, Libélula sintió una brisa fresca en su rostro y su corazón se llenó de alegría. - ¡Miren el mar! - exclamó, corriendo hacia la orilla. Pero pronto se dio cuenta de algo extraño: había muchas jarras de plástico y basura esparcidas por la arena. - ¿Por qué hay tanto desecho aquí? - preguntó Libélula, casi con lágrimas en los ojos.

- A veces, la gente no cuida el planeta, - contestó Mariana, mirando hacia el horizonte.

- ¡Eso no está bien! - afirmó Libélula, con determinación. - ¡Vamos a limpiar!

Los tres miembros de la familia se pusieron a trabajar. Juntos, recogieron latas y plásticos, y Libélula empezó a tener una idea. - ¿Y si hacemos un concurso para que otros niños se unan a nosotros? - sugirió entusiasmada.

Mariana, con una chispa de alegría en sus ojos, le respondió: - ¡Sí! Podemos hacer una competencia de quién recoge más basura en una hora.

Y así fue como Libélula propuso a otros niños que estaban jugando cerca. - ¡Hola! - gritó, - estamos organizando un concurso para ver quién puede recoger más basura de la playa, ¡se pueden unir!

Los niños, emocionados por el desafío, aceptaron fácilmente. Pronto, varios de ellos se juntaron en un grupo, con días de sol y arena entre risas y gritos de alegría.

Una hora después, muchos niños habían recogido una gran cantidad de basura. Cuando finalmente se reunieron, Libélula notó que la playa se veía mucho mejor.

- ¡Miren cuánta basura recogimos! - exclamó Mariana, poniendo el brazo alrededor de su hermana.

Pero justo en ese momento, apareció un grupo de adultos que estaban paseando por la playa y notaron el esfuerzo de los niños. - Esto es increíble, chicos. ¡Agradecemos mucho que cuiden la playa! - dijo un hombre mayor, el que se acercó con una sonrisa.

La noticia de los niños que limpiaban la playa comenzó a esparcirse, y otras familias se unieron. Al final del día, Libélula y sus amigos habían recogido el doble de basura.

Mientras se sentaban a disfrutar de una merienda en la playa, Libélula reflexionó sobre lo que había sucedido. - ¿Qué pasaría si cada uno de nosotros cuidara un poquito más nuestra tierra? - les preguntó a su hermana y a su papá. - El planeta sería hermoso, - respondió Mariana, - y podemos enseñarle a otros a cuidar de él.

Libélula sonrió, sabiendo que, aunque solo habían hecho un pequeño cambio, había inspirado a muchos niños a cuidar el mundo. Después de esa aventura, prometió que cada verano, sus vacaciones irían acompañadas por una misión de cuidado del medio ambiente.

- ¡A proteger nuestro mundo! - dijo Libélula, llena de energía.

Y así, las vacaciones de Libélula se convirtieron en una tradición familiar de amor por la naturaleza, demostrando que hasta los más pequeños pueden hacer una gran diferencia.

FIN.

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