Los Colores de la Amistad



Era un soleado día en el aula de maternal, donde los colores brillaban por todas partes. La maestra Marta, con su bata llena de manchas de pintura, observaba a dos niños sentados al frente. Tomás, un niño con una risa contagiosa, y Elena, una curiosa pequeña con trenzas, estaban fascinados por la instalación de luces y sombras que la maestra había preparado.

"¿Qué vamos a hacer hoy, maestra?" - preguntó Tomás con un brillo en los ojos.

"Hoy vamos a jugar con las sombras y los colores. Vamos a crear una historia usando estos materiales artísticos" - respondió la maestra Marta mientras sonreía.

Los niños se miraron emocionados. Habían hecho cuentos antes, pero nunca un cuento con sombras. La maestra les explicó que podían usar papeles de colores, pinceles y su imaginación para contar una historia.

"Yo quiero que mi historia hable de un dragón que vuela entre las nubes" - propuso Elena, moviendo su cabecita.

"Y yo quiero que el dragón sea amigo de una niña valiente que se llama Lucía. ¡Puede tener aventuras!" - agregó Tomás.

La maestra les proporcionó más materiales, y ambos se pusieron a trabajar. Mientras pintaban y recortaban, se dieron cuenta de que sus ideas eran diferentes, pero eso no fue un problema. Al contrario, ¡era perfecto!"¿Y si Lucía y el dragón ayudan a los otros animales de la selva?" - sugirió Elena.

"¡Sí! ¡Y pueden luchar contra una tormenta para salvar la selva!" - exclamó Tomás.

Así, poco a poco, las ideas de ambos se unieron, formando una historia llena de aventuras y amistad. Sin embargo, mientras compartían sus ideas, comenzaron a discutir sobre el final de la historia.

"¡Mi dragón no puede perder!" - gritó Tomás, casi llorando.

"Pero, si le gana a la tormenta, la selva no se salvará!" - replicó Elena con firmeza.

La maestra Marta se acercó y les preguntó:

"¿Qué creen que pasaría si todos los personajes tienen que trabajar juntos para salvar la selva?" - sugirió.

Los dos niños se quedaron pensativos, y poco a poco, una sonrisa se dibujó en sus rostros.

"Podemos hacer que el dragón y Lucía se conviertan en amigos de la tormenta" - propuso Tomás, contento con la nueva idea.

"Y puede que la tormenta acabe ayudando a los animales de la selva también" - añadió Elena.

Con la nueva perspectiva, continuaron creando su historia. La tensión inicial se disipó y, juntos, idearon un final donde la amistad podía vencer cualquier obstáculo.

Finalmente, la maestra Marta mostró sus trabajos a la clase, proyectando las sombras en la pared. La historia cobraba vida mientras los niños miraban maravillados.

"¿Alguien quiere contar su historia?" - preguntó la maestra.

Tomás y Elena, emocionados, se tomaron de la mano.

"Nosotros queremos contarla juntos!" - gritaron.

La maestra sonrió, orgullosa de los pequeños. Así, en la cálida aula llena de colores, aprendieron que cada idea es valiosa y que, junto a un amigo, se pueden superar los desafíos, creando una historia que brilla tanto como las luces de su instalación. Al final, lo más importante de la historia no eran las palabras, sino la amistad que había crecido entre ellos mientras creaban su aventura,

"¡Somos un gran equipo!" - dijo Elena mirando a su amigo.

"Sí, ¡los mejores amigos!" - respondió Tomás, alegremente.

Y así, entre risas y colores, los dos niños aprendieron que la verdadera magia está en crear juntos y en valorar cada idea que surge desde el corazón.

FIN.

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