Los Duendes del Valle



En un lejano rincón del Valle del Cauca, donde la naturaleza se mezcla con la magia, se encontraban los pequeños duendes de la alegría. Estos seres traviesos vivían en cada uno de los municipios: Alcalá, Andalucía, Ansermanuevo, Argelia, Bolívar, Buenaventura, Buga, Bugalagrande, Caicedonia, Cali, Calima, Candelaria y Cartago. Todos los duendes, con su gorrito verde y sus sonrisas brillantes, cuidaban de las plantas y animales, asegurándose que todo estuviera en armonía.

Una mañana, mientras los duendes se reunían en su árbol gigante de Buga, uno de ellos, llamado Pichón, propuso una idea.

"¡Hagamos una fiesta para celebrar la llegada de la primavera!" - dijo Pichón emocionado. "Podemos invitar a todos los niños del Valle para que disfruten con nosotros."

Los otros duendes, entusiasmados, comenzaron a planear la gran fiesta. Se dividieron en grupos y cada grupo tomó la responsabilidad de preparar algo especial. Mientras tanto, la noticia de la fiesta se esparció rápidamente y los niños comenzaron a preguntar sobre ella.

"¿Dónde será?" - preguntó una niña de Ansermanuevo. "¿Y qué vamos a hacer?"

"¡En el bosque de Argelia!" - dijo otro niño desde Andalucía. "Habrá música, juegos, y mucho más."

Sin embargo, en medio de la emoción, un viejo duende de Bolívar, llamado Rufián, sintió que la fiesta podía ser un desastre.

"No entiendo por qué invitar a los humanos. Son ruidosos y desordenados. No podrán disfrutar de nuestra magia."

Pichón, decidido a cambiar la opinión de Rufián, le propuso hacer una reunión en el lago de Calima, donde todos podrían charlar tranquilamente.

"Tal vez así comprendas que los niños pueden hacer que nuestra fiesta sea aún más especial."

"No lo sé..." - respondió Rufián, dudando.

A pesar de la reticencia de Rufián, los duendes siguieron adelante con los preparativos. En la fiesta, los niños comenzaron a llegar, llenando el aire con risas y alegría. Pero, en un giro inesperado, una tormenta se desató, amenazando con arruinar toda la celebración.

"¿Qué hacemos ahora?" - gritó una niña de Buenaventura, asustada.

"¡No! No quiero que mis flores se mojen!" - exclamó un duende de Candelaria.

"¡Todos a resguardarse!" - ordenó Pichón.

Mientras la tormenta arremetía, Rufián, conmovido por la disposición de los niños a ayudar a los duendes, hizo un gesto de valentía. Se subió a una roca y gritó:

"¡Duendes, unámonos! Si trabajamos juntos, podemos cambiar el rumbo de esta fiesta."

Los duendes y niños comenzaron a moverse, creando un refugio improvisado con hojas grandes y ramas. Al unirse sus fuerzas, la tormenta pareció calmarse, y aunque la lluvia seguía cayendo, comenzó a crear un hermoso arcoíris que iluminó el cielo.

Cuando la tormenta terminó, los duendes y los niños exploraron juntos el bosque, riendo y bailando al ritmo de la música que empezó a sonar, mientras el sol regresaba por completo.

Rufián, viendo la felicidad reflejada en los rostros de todos, sonrió y dijo:

"Me he dado cuenta que la verdadera magia ocurre cuando trabajamos juntos. Gracias, amigos."

Al final de la fiesta, los duendes, junto con todos los niños del Valle del Cauca, aprendieron que, aunque diferentes, cada uno trae algo especial a la vida. Desde entonces, Rufián se convirtió en el defensor de las fiestas humanas, asegurándose de que siempre hubiera un duende presente en cada celebración.

Y así, los duendes de todos los municipios, felices y agradecidos, vivieron muchos más momentos mágicos junto a sus amigos.

FIN.

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