Los Niños Desobedientes y la Aventura del Bosque



En un pequeño pueblo, había un grupo de niños siempre lleno de energía y creatividad. Aunque eran muy divertidos, la mayoría de las veces se comportaban un poco desobedientes. Sus nombres eran Tomi, Lila y Santi. Un día, mientras estaban en el patio de la escuela, la maestra les contó sobre un mágico bosque que se encontraba al otro lado del río.

"¡Si tienen suerte, podrían encontrar un árbol que da caramelos!", les dijo con una sonrisa.

Los niños se miraron emocionados, pero de inmediato pensaron en hacer lo que más les gustaba: desobedecer.

"¿Y si vamos a buscarlo?", sugirió Tomi, con sus ojos brillando de emoción.

"Sí, pero no podemos decirle a la maestra!", agregó Lila, mientras Santi asentía.

Así que, sin pensarlo dos veces, decidieron hacer una travesura. Se escaparon del patio y comenzaban su aventura hacia el bosque.

Caminaron durante un buen rato, saltando charcos y riendo a carcajadas. Pero, a medida que se adentraban más en el bosque, comenzó a anochecer y los árboles parecían volverse más altos y misteriosos.

"¿Y si nos perdemos?", preguntó Lila, un poco asustada.

"¡No hay drama! Solo tenemos que seguir el sonido del río!", respondió Santi con confianza.

De repente, sintieron que el suelo temblaba ligeramente. Tomi miró a su alrededor y vio un destello entre los árboles.

"¿Viste eso? ¡Vamos a investigar!", dijo Tomi, llevándolos a un camino cubierto de hojas.

"Pero si no regresamos a casa, la maestra estará preocupada", dijo Lila, dudando.

"Es solo un momento, ¡seguro que es algo emocionante!", les insistió Santi.

Al llegar al lugar del destello, encontraron un hermoso árbol de caramelos. Sin embargo, en ese instante, el árbol comenzó a hablar.

"Hola, niños! Si quieren caramelos, deben cumplir una condición: deben aprender a seguir instrucciones. "

Los niños se miraron confundidos.

"Pero, ¿cuáles son esas instrucciones?" preguntó Tomi.

"Simple, solo tienen que mostrarme que pueden trabajar juntos y escucharme. Si lo logran, los caramelos serán suyos."

Los niños se dieron cuenta de que siempre hacían lo que querían sin pensar en las consecuencias. Por primera vez, se sintieron un poco nerviosos.

"Bueno, ¡intentémoslo!", dijo Lila, tratando de animar a sus amigos.

El árbol les dio tres instrucciones simples:

1. Debían recoger hojas caídas y armar una cama para el árbol.

2. Debían encontrar un pequeño arroyo y llenar un cuenco de agua.

3. Debían bailar alrededor del árbol al ritmo de un canto mágico que él les enseñaría.

Sin embargo, como siempre, comenzaron a pelear.

"Yo quiero hacer la cama!", dijo Santi empujando a Lila.

"No, ¡yo me encargaré de eso, ustedes hacen la otra parte!", replicó Lila.

Después de varios intentos fallidos de trabajar juntos y muchas risas, el árbol ya no se veía tan mágico.

"Si no hacen el trabajo juntos, no habrá caramelos", dijo el árbol con tristeza.

Los niños, sintiéndose mal, se sentaron en el suelo. Al final, se dieron cuenta de que eran amigos y que trabajar juntos sería más divertido.

"Vamos a hacerlo!", propuso Santi.

"Yo recojo las hojas", dijo Lila.

"Y yo buscaré el agua!", concluyó Tomi.

Así fue como, finalmente, decidieron colaborar. Cada uno hizo su parte y poco a poco comenzaron a disfrutar realizarlo. Llamaron al árbol y le mostraron su trabajo.

"¡Bien hecho!", exclamó el árbol. "Ahora, como recompensa, aquí tienen sus caramelos mágicos. Recuerden que cuando trabajan juntos, pueden lograr cualquier cosa. "

Los niños rieron felices, llenaron sus mochilas de caramelos y agradecieron al árbol.

Al volver, le contaron todo a la maestra, y ella, con una gran sonrisa, les dijo:

"¿Vieron lo que pueden lograron? A veces, la verdadera magia está en trabajar en equipo y seguir instrucciones."

Y desde ese día, Tomi, Lila y Santi aprendieron a ser un poco más obedientes, y se dieron cuenta de que, aunque era divertido hacer travesuras, también lo era mucho más colaborar y hacer las cosas juntos.

FIN.

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