Los secretos de Condega



En un pequeño pueblo llamado Condega, famoso por su arte en la alfarería, vivía una niña llamada Lila que soñaba con ser la mejor alfarera de todas. Desde pequeña, Lila pasaba horas observando a su abuelo Ramón, quien era un maestro alfarero. Él creaba hermosas piezas de barro que llevaban colores brillantes y formas únicas.

"¡Mirá, Lila! Este es un secreto que te compartiré hoy", le dijo Ramón mientras amasaba el barro. "Para hacer una buena pieza, tenés que ponerle amor y dedicación".

Lila sonrió, pero también sentía que necesitaba algo más que amor. Cada vez que sus amigos le preguntaban qué trucos mágicos conocía para hacer sus obras, ella se quedaba en silencio. A veces, sentía que el barro no la escuchaba, y que sus creaciones no eran tan hermosas como las de su abuelo.

Un día, Lila decidió que no podía seguir siendo la aprendiz del abuelo. "¡Necesito un truco!", se dijo a sí misma. Así que salió al bosque, buscando respuestas. Mientras caminaba, se encontró con una ardilla que saltaba de rama en rama.

"Hola, ardillita. ¿Sabés algún truco para hacer vasijas hermosas?" le preguntó Lila.

"¡Claro!", contestó la ardilla divertida. "Lo que necesitás es confiar en vos misma. ¡Eso es lo más importante!".

Lila se sintió un poco confundida, pero decidió seguir adelante. Entonces, llegó a una pequeña ladera donde conoció a un viejo murciélago llamado Don Noche.

"¡Hola, Lila! Veo que buscas trucos. ¿Qué te parece si te enseño a volar?" dijo el murciélago.

"Pero yo quiero hacer cerámica, no volar".

"Justamente, a veces para crear algo hermoso, tenés que cambiar de perspectiva. Ven", le dijo mientras le mostraba cómo se movía.

Lila se sintió animada con las enseñanzas del murciélago y decidió regresar a casa. Al llegar, se sentó frente al torno de alfarería y comenzó a trabajar. Pero, en lugar de seguir el método habitual, trató de ver el barro desde diferentes ángulos, como si fuera un volador.

A la mañana siguiente, su abuelo quedó boquiabierto cuando vio lo que su nieta había creado.

"¡Lila! Esto es increíble. ¿Cómo lograste hacer algo tan hermoso?".

"No lo sé, abuelo. Solo traté de ver todo desde un nuevo lugar y confiar en mí misma".

El día siguiente, Lila decidió hacer una exposición de sus obras. Todos los habitantes de Condega vinieron a admirar lo que había creado. Entre ellos, estaba su amigo Miguel.

"¡No puedo creer que hayas hecho esto!", exclamó Miguel. "Tu trabajo es espectacular. ¿Cuál es tu truco?".

"¡El truco es creer en mí, y observar el barro desde diferentes ángulos!".

Los habitantes de Condega quedaron tan impresionados que empezaron a pedirle a Lila que les enseñara a ver las cosas de forma diferente, y juntos comenzaron a crear nuevas piezas de cerámica. El abuelo Ramón sonrió y se unió a ellos.

"Lila, hoy aprendí algo de vos. A veces, los mejores trucos no son los que vienen en libros, sino las pequeñas ideas que surgen de nuestro corazón".

Desde ese día, Lila no solo se convirtió en una talentosa alfarera, sino que también inspiró a otros a explorar su creatividad. Cada vez que alguien en Condega tenía dudas sobre su trabajo, se recordaban del consejo de la ardilla y de la nueva forma de ver las cosas que les enseñó Lila.

Así, Lila descubrió que el verdadero poder para crear estaba dentro de ella misma y que la magia no solo estaba en los trucos, sino en el amor y la confianza que ponía en cada pieza de barro.

La alfarería en Condega floreció como nunca antes, y Lila se convirtió en una leyenda, no solo por sus obras, sino por su capacidad de inspirar a los demás a seguir sus sueños.

FIN.

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