Lucía y las Rosas Encantadas



En un pequeño pueblo rodeado de colinas y bosques, vivía una niña llamada Lucía. Era conocida por su curiosidad infinita y su amor por las plantas. Un día soleado, mientras paseaba por el jardín de su abuela, Lucía notó algo extraño: en una esquina del jardín, había un arbusto cubierto de rosas brillantes y coloridas, que nunca antes había visto.

"¡Abuela! Mirá esas rosas, son preciosas!" exclamó Lucía.

"Sí, querida. Pero esas rosas son especiales, cuentan las leyendas que están encantadas. Tienen el poder de realizar deseos, pero solo si el corazón de quien los pide es puro".

Intrigada, Lucía se acercó al arbusto y sintió un suave aroma que la envolvía. Decidió hacer una prueba.

"Deseo tener el poder de entender a los animales!" dijo en voz alta, con los ojos cerrados.

De repente, una de las rosas más grandes brilló intensamente y, en un instante, Lucía escuchó un suave murmullo.

"Hola!" dijo una pequeña ardilla que estaba sobre una rama cercana. "Puedes comprendernos ahora!".

Lucía se sorprendió y sonrió. "¡Esto es increíble!".

La ardilla, emocionada, le explicó que había otros amigos en el bosque que necesitaban ayuda. Lucía decidió acompañar a la ardilla y salió corriendo al bosque. Allí, se encontró con un grupo de animales que estaban asustados porque un gran árbol había caído y barricadeaba el paso a su hogar.

"¡Por favor! Necesitamos que nos ayudes a mover el árbol!" dijo un conejito.

Lucía, llenándose de valor, decidió poner en práctica una idea. "Si todos trabajamos juntos, podemos hacerlo!".

Los animales la miraron sorprendidos. "¿Cómo? No somos lo suficientemente fuertes como para moverlo!".

"Podemos hacer un esfuerzo en equipo. ¡Ustedes empujan por un lado y yo por el otro!". Lucía los animó con entusiasmo.

Así que, unidos, empezaron a empujar el árbol. Al principio parecía imposible, pero con cada pequeño empujón, el árbol empezó a moverse. Finalmente, tras mucho esfuerzo, lograron apartarlo.

"¡Lo logramos!" gritó Lucía.

Los animales estaban tan felices que invitaron a Lucía a una fiesta en el bosque. Allí, mientras celebraban, Lucía no solamente se sintió especial por su poder para entender a los animales, sino también por la amistad que había forjado con ellos.

Sin embargo, durante la fiesta, algo inesperado sucedió. Un búho anciano, que volaba bajo, se acercó y dijo "Lucía, tu deseo ha traído felicidad, pero también viene con una responsabilidad. No todos los deseos son fáciles de manejar".

Lucía, un poco preocupada, preguntó "¿Qué quieres decir?".

"Debes aprender a usar tu poder sabiamente. Cada deseo que haces puede cambiar el mundo a tu alrededor". El búho dio un giro en el aire y se alejó volando.

Lucía, aunque asustada, tomó sus palabras como un reto. Quería ayudar a más animales y hacer del bosque un lugar más feliz. Por eso, decidió usar su poder para hacer un deseo significativo. Mirando a su alrededor, dijo "Deseo que todos los animales tengan un hogar seguro en el bosque".

En ese instante, las rosas comenzaron a brillar una vez más y una lluvia de luces mágicas cayó sobre el bosque. Con el tiempo, los animales encontraron nuevos hogares seguros y el bosque se convirtió en un lugar lleno de paz y armonía.

Lucía regresó a su abuela, llena de aventuras que contarle.

"Abuela, hoy aprendí que los deseos pueden ser muy poderosos. Y que ayudar a los demás siempre trae felicidad!".

Su abuela sonrió con orgullo. "Así es, mi amor. La verdadera magia está en el amor y la ayuda que les das a los demás".

Desde aquel día, Lucía siguió visitando a sus amigos del bosque y, cada vez que pasaba por el arbusto de rosas, sonreía, recordando que la amistad y el trabajo en equipo eran dos de los deseos más poderosos de todos. Y así, el jardín de su abuela siempre estuvo lleno de flores brillantes, aunque el secreto de las rosas encantadas se mantuvo entre Lucía y sus amigos.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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