Martha y el Coraje de Ser Ella Misma



Había una vez, en un pequeño pueblo argentino, una nena llamada Martha. Era una chica dulce, con una sonrisa que iluminaba cualquier habitación. A Martha le encantaba ir al colegio, donde jugaba con sus amigos, hacía manualidades y aprendía cosas nuevas. Pero un día, todo cambió.

Un grupo de chicas que solían ser sus amigas comenzaron a burlarse de ella. "¿Por qué usás esas botas tan grandes?", le preguntaron incómodamente.

"Son mis botas favoritas", respondió Martha sonrojándose.

Y así, cada día, las burlas de las chicas se hicieron más frecuentes. Si no se reían de sus zapatos, lo hacían de su pelo quimérico o de su forma de hablar. Martha no podía entender por qué esas cosas que le hacían feliz se convirtieron en motivo de burla. Al principio, intentó ignorarlas, pero el dolor era tan profundo que empezó a sentir que no quería ir más al colegio.

Un día, después de las clases, Martha le contó a su mamá lo que ocurría. Su madre la abrazó fuerte y le dijo:

"Martha, siempre hay que ser valiente y ser uno mismo. La gente puede ser cruel a veces, pero lo importante es que te sientas orgullosa de quién sos."

Pero a pesar de las palabras de su mamá, la tristeza de Martha la sumió en un mar de dudas. Decidió no ir más al colegio y quedarse en casa, sumida en la tristeza.

Una mañana, su mejor amigo Leo, quien siempre había sido un gran apoyo, decidió que era hora de actuar. Se acercó a la casa de Martha y tocó la puerta.

"Martha, ¿podés salir?", preguntó Leo con un tono preocupado.

Ella respondió con lágrimas en los ojos:

"No quiero ir al colegio, Leo. No quiero que se sigan burlando de mí."

Leo le contestó:

"Pero estamos todos allí. Te extrañamos, y no quiero que te sientas sola. ¿Y si hacemos algo para que se detengan?"

Martha hizo una pausa. Nunca había pensado en enfrentar a las chicas. Se sintió un poco más valiente al escuchar a su amigo, así que decidió intentarlo.

"Bueno, ¿qué proponés, Leo?"

"Podemos hablar con la profesora. Quizás ella pueda ayudar. También podríamos mostrarles a las chicas cómo se sienten cuando se burlan de alguien."

Martha dudó. Pero a medida que Leo hablaba, la idea de ser escuchada comenzó a llenarla de esperanza. El siguiente día, decidieron ir juntas a la escuela.

En el aula, con mucha valentía, levantaron la mano y le contaron a la profesora todo lo que sucedía.

"Se están burlando de Martha, y no está bien. Necesitamos su ayuda para detener esto", explicó Leo.

La profesora escuchó atentamente y luego les dijo:

"Gracias por hablar y ser valientes. Vamos a tener una charla sobre el respeto y la importancia de ser amables entre nosotros. El bullying no tiene lugar en nuestra escuela."

Esa tarde, la profesora organizó una reunión especial. Todas las chicas se sentaron en círculo, y la profesora explicó cómo las palabras pueden herir más que cualquier golpe.

"A veces, sin querer, lastimamos a otros con nuestras burlas. Es fundamental recordar que la diversidad y las diferencias nos hacen únicos y especiales. Cada uno de ustedes tiene cualidades increíbles que ofrecer", dijo la profesora con entusiasmo.

Después de la charla, las chicas comenzaron a reflexionar. Poco a poco, algunas se acercaron a Martha y le dijeron:

"Lo sentimos, no queríamos hacerte sentir mal. Tus botas son geniales, y tu forma de ser también."

Martha se sorprendió por las disculpas. Con una sonrisa tímida, respondió:

"Gracias. Siempre me han gustado mis botas. Son diferentes, como yo."

Con el tiempo, el grupo de chicas se fue acercando más a Martha, y ella, con su bondad no solo aceptó sus disculpas, sino que también les demostró que todos son diferentes, y eso está bien. Aprendieron a jugar juntas, a respetarse y a valorarse mutuamente.

Martha volvió a disfrutar de ir al colegio, donde ya no solo era “la chica de las botas”, sino una amiga querida por todos. Y, por supuesto, conservó sus fantásticas botas que la ayudaron a ser quien realmente era: ¡una niña valiente, alegre y con mucho coraje! Que nunca olvidó que ser diferente es lo que la hacía especial.

Y así, en un pequeño pueblo argentino, Martha entendió que, aunque las palabras pueden herir, el amor y la amistad pueden sanar. Y con esa lección, se sintió más fuerte que nunca.

.

FIN.

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