Mateo y el coche misterioso



Mateo era un niño feliz y siempre llevaba una gran sonrisa en su rostro. Le encantaba ir al cole con su papá y su mamá, donde cada día era una nueva aventura. Un sábado soleado, mientras jugaba en el parque, Mateo notó algo brillante entre los árboles. Al acercarse, se dio cuenta de que era un cochecito de juguete, ¡pero no uno cualquiera! Era un coche de carreras rojo, con llamativas franjas doradas.

"¡Mirá, mirá!", gritó Mateo emocionado, corriendo hacia su papá y su mamá que estaban sentados en un banco. "¡Encontré un coche!"

"¿Un coche?", preguntó su mamá con curiosidad.

"Sí, ¡mira qué lindo es!" Mateo sostenía el cochecito en sus manos como si fuera un tesoro.

"¡Es hermoso!" exclamó su papá. "¿Sabés qué? Vamos a jugar con él. Podemos hacer una pista en el suelo y hacer que compita en una carrera."

Mateo saltó de alegría, y juntos comenzaron a dibujar una pista con tizas de colores.

Al poco tiempo, otros niños se unieron al juego.

"¡Oigan! ¿Puedo jugar con ustedes?", preguntó una niña con coletas.

"Claro que sí!", respondió Mateo. "Estamos haciendo una gran carrera. ¿Te gustaría que tu coche compitiera con el nuestro?"

La niña sonrió, feliz por ser incluida. Se presentó como Lucía, y sacó de su mochila un coche azul brillante.

Juntos, los niños empezaron a organizar carreras. Cada vez que un coche cruzaba la meta, todos celebraban. La diversión era contagiosa y pronto, ¡el parque entero estaba lleno de risas y coches corriendo!

Sin embargo, mientras jugaban, Mateo notó que algunos de sus nuevos amigos estaban un poco tristes.

"¿Qué les pasa?", preguntó Mateo con preocupación.

"No tenemos coches para jugar..." dijo un niño con una mirada desilusionada.

Mateo, siempre lleno de ideas, tuvo una ocurrencia. "¡Ya sé! Hay una solución. Podemos hacer nuestros propios coches de juguete. ¡Vamos a buscar cosas por el parque!"

Los chicos se entusiasmaron y comenzaron a recolectar tapitas de botellas, cajas de cartón y hasta algunos palitos de helado. Con un poco de ayuda de sus papás, empezaron a construir coches de todo tipo y color.

"¡Este es el mejor día de todos!", afirmó Mateo mientras pintaba su coche de color verde. Todos estaban colaborando y riendo, creando una fiesta de creatividad.

Cuando terminaron, tenían una mezcla de coches únicos. Hicieron otra carrera, pero esta vez con los coches que habían construido juntos.

"¡Esto es increíble!", gritó Lucía al ver cómo su coche de cartón avanzaba.

Los padres que observaban desde el banco sonrieron al ver a sus hijos tan felices. Mateo, viéndolos a todos jugar, se sintió muy orgulloso.

"Hoy aprendimos algo importante", dijo por fin. "No solo se trata de tener un coche, sino de divertirse y compartir con amigos. ¡Eso es lo que importa!"

Y así, el día terminó con risas, nuevos amigos y un montón de recuerdos. Mateo sabía que la verdadera felicidad estaba en disfrutar con los demás y en hacer cosas juntos.

Desde ese día, todos los sábados se reunían en el parque, siempre listos para crear nuevas aventuras.

FIN.

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