Matías y la Galletita Mágica



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Matías. Era curioso y divertido, siempre con ganas de explorar. Un día, mientras jugaba en el parque, encontró una galletita con un brillo especial. No pudo resistir la tentación y se la llevó a la boca.

De repente, una chispa de luz iluminó el lugar, y una voz mágica resonó:

"¡Felicidades, Matías! Ahora eres un mago."

Matías se dio vuelta, sorprendido. Frente a él estaba un pequeño ratón con sombrero de mago y una varita en la mano.

"¿Yo, un mago? ¿De verdad?" - preguntó Matías, con los ojos como platos.

"Así es. Pero necesitarás aprender a usar tus poderes. ¡Vámonos!" - dijo el ratón, guiándolo a un claro iluminado entre los árboles.

Allí, el ratón, que se llamaba Don Rato, comenzó a enseñarle magia. Les enseñó a hacer trucos sencillos, como hacer aparecer flores y hacer desaparecer pelotas. Matías estaba encantado, pero había algo que le preocupaba.

"Don Rato, ¿qué pasa si no soy bueno en esto?" - preguntó Matías, nervioso.

"La práctica hace al maestro. Además, lo más importante no es ser perfecto, sino usar la magia para ayudar a los demás." - respondió Don Rato.

Un día, mientras practicaban, escucharon un llanto en el parque. Resumieron y encontraron a una niña llamada Sofía, que había perdido su perrito.

"¡No te preocupes, Sofía!" - exclamó Matías, decidido. "Usaré mi magia para encontrarlo."

Con un movimiento de su varita, hizo aparecer un mapa.

"¡Mirá! Vamos a buscar a tu perrito."

Sofía sonrió.

"¡Gracias, Matías! Eres increíble!"

Mientras buscaban, encontraron varios obstáculos, pero Matías usó su magia para ayudar a otros en el camino. Cuando se cruzaron con un árbol caído, él hizo que se levantara con un simple gesto.

"¡Espera!" - dijo Don Rato. "A veces la magia no es suficiente. Debemos ser ingeniosos también."

Matías asintió y juntos, empujaron el árbol con todas sus fuerzas. Finalmente, encontraron al perrito atrapado en un arbusto.

"¡Lo encontré!" - gritó Matías, levantando al perrito.

Sofía gritó de alegría.

"¡Eres un verdadero mago!" - le dijo, abrazándolo.

Matías se sintió feliz, pero entendió que ser mago no solo implicaba hacer trucos, sino también ayudar y ser valiente.

"Deberíamos usar la magia para ayudar a más personas" - sugirió Matías.

Y así, Matías y Don Rato comenzaron a recorrer su barrio, usando su magia para solucionar los problemas de los demás. Desde arreglar la fuente en la plaza hasta conseguir que las flores crecieran en el jardín de la abuelita Rosa.

Un día, cuando todos elogiaron a Matías por sus buenas acciones, Don Rato le susurró:

"¿Ves, Matías? La magia está en el corazón, no solo en los trucos."

Matías sonrió, comprendiendo que la verdadera magia es ser un buen amigo y ayudar a quienes lo rodean.

Al final del verano, llegó el momento en que la galletita mágica comenzaba a perder su poder. Don Rato lo miró con preocupación.

"Matías, este es el último momento que tendrás con tus poderes. ¿Estás listo para despedirte?" - preguntó.

Matías se sintió un poco triste, pero también sabía que había aprendido mucho.

"Siempre llevaré conmigo la magia de ayudar a los demás, Don Rato. ¡Gracias!" - dijo Matías, sonriendo.

Así, cuando la galletita se deshizo en una nube de estrellas, Matías comprendió que aunque ya no sería un mago en el sentido tradicional, siempre tendría la capacidad de hacer magia con su bondad y valentía.

Y desde entonces, Matías se convirtió en un héroe en su vecindario, un niño común con un gran corazón, listo para enfrentar cualquier desafío. Y mientras ayudaba a otros, todos entendieron que la verdadera magia vive en hacer el bien. ¡Y así fue como Matías descubrió que la magia más grande de todas es la que llevamos dentro!

Los chicos del barrio lo veían como un verdadero mago por su bondad y valentía, y Matías nunca dejó de hacer magia con su corazón.

"¡Vamos, Matías! Hacemos magia juntos cada día!" - decía Sofía, mientras corrían a jugar con otros amigos.

Y así, la historia de Matías y su galletita mágica se convirtió en leyenda, recordando a todos que la magia más valiosa es aquella que se comparte con amor y alegría.

FIN.

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