Pablo y el Secreto del Éxito



Pablo era un chico muy tímido. Cada vez que tenía que participar en clase, se sonrojaba y bajaba la mirada. A pesar de ser muy inteligente, sus miedos lo mantenían alejado de hacer amigos o de sobresalir en la escuela. Por otro lado, en casa, era muy desobediente. No le gustaba seguir las reglas y siempre hacía lo que quería, dejando a sus padres preocupados por su comportamiento.

Un día, mientras jugaba al fútbol en el parque, Pablo conoció a un nuevo chico en el barrio. Se llamaba Tomás y era completamente diferente. Tomás era extrovertido, confiado y, según se decía, venía de una familia muy rica.

- “¡Hola! ¿Te gusta jugar al fútbol? ” - preguntó Tomás con una sonrisa.

- “Sí, un poco…” - respondió Pablo, sintiéndose nervioso.

A medida que pasaron los días, Pablo y Tomás se hicieron amigos. Un día, Tomás invitó a Pablo a su casa, donde tenía una computadora gigante llena de juguetes digitales.

- “¿Sabías que muchos chicos ganan dinero con las redes sociales? ” - le dijo Tomás mientras navegaba por su perfil. - “Yo hago vídeos sobre videojuegos y en un mes he juntado suficiente para comprar una PlayStation nueva.”

- “¡Es increíble! ” - exclamó Pablo, asombrado y entusiasmado.

Tomás comenzó a enseñarle todo sobre cómo crear contenido y aprovechar sus talentos. Pablo, que siempre había disfrutado de dibujar y escribir historias, decidió que podía hacer algo con eso. Pero no fue fácil; necesitaba disciplina y un plan.

- “Vamos a establecer un horario. Si trabajás un poco cada día, te sorprenderás de lo que podés lograr” - le dijo Tomás, guiándolo.

Con ayuda de Tomás, Pablo comenzó a organizar su tiempo: dedicaba horas a crear ilustraciones y relatos, mientras aprendía sobre el uso de las redes sociales. Al principio, sentía miedo de compartir su trabajo, pero su nuevo amigo siempre lo motivaba.

- “Es normal sentirse nervioso, Pablo, pero ¡tené fe en vos mismo! La gente quiere ver lo que tenés para ofrecer” - le decía Tomás.

Después de unas semanas de trabajo y dedicación, Pablo subió su primer video a las redes, mostrando sus dibujos y contando una historia divertida. Para su sorpresa, obtuvo muchos “me gusta” y comentarios positivos.

Sin embargo, no todo fue sencillo. Hubo un par de críticas que le hicieron sentir mal.

- “¿Y si no les gusta? ” - preguntó Pablo desanimado.

- “Es solo una opinión. Lo importante es que disfrutás lo que hacés. ¡No dejes que eso te detenga! ” - le aconsejó Tomás.

Con el tiempo, Pablo se dio cuenta de que la disciplina y el trabajo arduo estaban empezando a dar frutos. Empezó a ganar un pequeño dinero y, lo más importante, se sentía más seguro de sí mismo.

Un día, mientras compartía una de sus historias con la clase por primera vez, alguien dijo:

- “¡Me encantó! ¿Podés hacer otro? ”

Esto encendió su confianza. Desde ese día, no solo participó más en las clases, sino que también comenzó a ayudar a sus compañeros a descubrir sus talentos.

- “Podemos trabajar juntos, cada uno mostrando lo que sabe” - les dijo enérgicamente.

- “Sí, ¡podemos formar un grupo de talentos! ” - sugirió una compañera emocionada.

Con su nueva actitud, Pablo comenzó a organizar reuniones en la escuela donde cada uno compartía lo que quería presentar. Así, los estudiantes aprendieron a apoyarse y a crecer juntos.

Los padres de Pablo, al ver su cambio, se sintieron orgullosos. Un día, Pablo les dijo:

- “Quiero ayudarles, así que estoy ahorrando un poco para que podamos hacer ese viaje que siempre soñamos.”

- “¡Estamos tan orgullosos de vos, Pablo! ” - respondieron sus padres con alegría.

Y así, Pablo no solo se convirtió en un estudiante más seguro y talentoso, sino que también ayudó a sus amigos y a su familia a crecer y encontrar su propio camino hacia el éxito. ¡Con un poco de disciplina, todo era posible!

FIN.

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