Simón y el Huevo Perdido



En un hermoso y verde bosque, donde los árboles bailaban con el viento y las flores sonreían al sol, vivía un conejo muy curioso llamado Simón. Cada día, Simón exploraba el bosque en busca de aventuras y nuevos amigos. Un día, mientras saltaba entre las flores, Simón se encontró con algo inesperado: un huevo perdido. Era un huevo azul celeste, muy brillante y hermoso. Simón lo miró con curiosidad.

"¿De quién será este huevo?" - se preguntó Simón, mientras lo daba vuelta con su patita. Decidió que debía encontrar a su dueño y devolverlo. "No puedo quedarme con algo que no es mío."

Simón corrió en dirección a la casa de Susy, la pajarita que vivía en lo alto de un árbol. Sabía que Susy había estado buscando su huevo perdido desde hacía días. Al llegar, vio a Susy muy ansiosa, buscando entre las ramas.

"¡Susy! ¡Susy!" - gritó Simón, mientras saltaba entusiasmado. "Encontré algo muy especial por el camino. Creo que es tuyo."

Susy se dio vuelta rápidamente,

"¿De verdad?" - exclamó con su vocecita melodiosa. "¿Qué es?"

Con mucho cuidado, Simón sacó el huevo de detrás de su colita y se lo mostró.

"¡Tu huevo! Lo encontré en el bosque. Te lo devuelvo porque pertenece a ti."

Los ojos de Susy se iluminaron.

"¡Gracias, Simón! Eres muy amable. Te había estado buscando. Este huevo es muy importante para mí, y estoy tan feliz de que lo hayas encontrado."

Mientras Susy acariciaba el huevo, Simón se sintió orgulloso de haber hecho lo correcto. Pero en el fondo, una pequeña duda comenzó a asomarse en su mente. "¿Estaré haciendo lo correcto?" - pensó. – "¿Qué pasa si mi amigo Pedro, el zorrillo, se entera y me dice que solo los tontos devuelven cosas ajenas?"

Pasaron unos días y mientras Simón paseaba, se encontró con Pedro, quien lo detuvo.

"Hola, Simón. Te vi hablando con Susy. ¿Oí que encontraste un huevo?" - dijo Pedro, arrugando la nariz.

"Sí, lo devolví a Susy," - respondió Simón, sintiéndose un poco nervioso.

"Pero, ¿por qué? Ese huevo podría haber sido tuyo. Los cosas perdidas son para quienes las encuentren. A veces, hay que ser astuto, amigo."

Simón empezó a dudar de su decisión. Pero recordó la sonrisa de Susy al recibir su huevo, y decidió que había hecho lo correcto. Entonces le dijo a Pedro,

"Pero si lo tomaba, le estaría robando. Eso no sería justo. La honestidad es importante. ¿No crees?"

Pedro se rió y le dio una palmadita en la espalda.

"No seas tonto, Simón. Todo el mundo hace lo que tiene que hacer para sobrevivir. El bosque es duro."

Simón se sintió confundido pero decidió seguir adelante. Esa noche, soñó con Susy y su huevo. El día siguiente, al amanecer, Simón decidió hacer un recorrido por el bosque, cuando se encontró nuevamente con Susy.

"Hola, Simón, gracias de nuevo por devolverme mi huevo. Te quería contar que esta mañana he visto a muchos pajaritos que volaban alegres porque sabían que su hogar estaba a salvo. No solo yo, mi familia y amigos estamos muy agradecidos contigo."

Simón sonrió, sintiéndose feliz.

"Pero no he hecho nada espectacular. Solo hice lo correcto, devolver lo que es de otro."

"¡Eso es justamente lo espectacular!" - dijo Susy, y continuó. "La verdad siempre ilumina el camino, y no solo para nosotros, sino también para los demás. Tu acción honesta ha traído alegría a muchos."

Simón se sintió ligero como una pluma. A partir de ese momento, cada vez que alguien le preguntaba sobre la historia del huevo, él respondía con orgullo, sabiendo que su honestidad había hecho bien.

Con el tiempo, Simón se convirtió en el conejo más honesto del bosque, y todos los habitantes murmuraban sobre sus hazañas.

"Simón siempre hace lo correcto. Está lleno de valor y alegría en su corazón. ", solían comentar.

Y así, el pequeño conejo curioso aprendió que ser honesto no solo te hace sentir bien contigo mismo, sino que también puede inspirar a otros y crear un bosque lleno de confianza y amistad.

Desde entonces, cada vez que alguien encontraba algo perdido, recordaban la historia de Simón, el conejo que devolvió un huevo y se volvió un ejemplo a seguir.

Y así, vivieron felices y honestos para siempre.

La historia de Simón nos enseña que actos de bondad y honestidad, por pequeños que sean, siempre tienen un impacto positivo en nuestro mundo.

FIN.

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