Sofía y el Pájaro de Colores



Era un día soleado en el pintoresco pueblo de Arcoiris, donde cada rincón parecía abarrotado de colores y sonrisas. Sofía, una niña curiosa y llena de energía, decidió aventurarse en el bosque cercano para buscar plumas de colores. Este bosque era famoso por sus árboles altos y frondosos, donde plumas de todas las tonalidades caían como si fueran hojas de otoño.

Mientras caminaba bajo la sombra de los árboles, Sofía se detuvo en un claro cuando algo brilló en el cielo. Miró hacia arriba y tuvo la suerte de ver un hermoso pájaro cuyas alas resplandecían en tonos amarillos, azules y verdes. Sus plumas eran tan vibrantes que parecían como si estuvieran pintadas por el mejor artista del mundo.

- ¡Hola, pequeño pájaro! - exclamó Sofía, maravillada por su belleza.

- Hola, niña - respondió el pájaro con voz melodiosa, pero un atisbo de tristeza asomaba en su mirada. - No puedo volar.

Sofía, sorprendida, se acercó al tronco del árbol donde el pájaro estaba posado.

- ¿Por qué no puedes volar? - preguntó, sintiendo una mezcla de curiosidad y preocupación.

- Me duele una de mis alas - contestó el pájaro. - Me caí de lo alto y ahora estoy atrapado aquí.

La niña, con su espíritu valiente, decidió ayudar al pájaro.

- No te preocupes, tengo algunas hierbas en mi mochila que pueden curarte - dijo con una sonrisa. Sofía siempre había sido una amante de la naturaleza y sabía que algunas plantas tenían propiedades mágicas.

Mientras rebuscaba en su mochila, el pájaro la miraba con interés.

- Muchas gracias, Sofía. No todos se preocupan por los que están en necesidad.

Sofía encontró algunas hojas verdes y flores amarillas que siempre había escuchado que eran buenas para ayudar a las aves. Con cuidado, comenzó a preparar un ungüento y se lo aplicó al pájaro.

- Espero que esto te ayude - le dijo mientras le daba un suave toque en su ala.

- Gracias, Sofía. Tienes un corazón amable, pero a veces siento que no hay esperanza - respondió el pájaro, con un aire de tristeza en su voz.

A medida que pasaban los minutos, algo maravilloso comenzó a suceder. Las alas del pájaro brillaban con más fuerza y su dolor parecía disminuir.

- ¡Siento que estoy volviendo a ser yo mismo! - exclamó el pájaro, batido sus alas con alegría.

- ¡Eso es genial! - gritó Sofía, entusiasmada.

Con un impulso de alegría, el pájaro voló hacia el cielo, danzando en círculos y llenando el aire de risas y melodías.

- ¡Eres increíble, Sofía! Gracias a ti, puedo volar de nuevo. Prometo que siempre estaré aquí para ayudar a los que lo necesiten, igual que tú lo hiciste conmigo.

Sofía se sintió satisfecha.

- ¿Por qué no te quedas un poco más? - preguntó la niña con la esperanza de ver más magia en acción. El pájaro miró hacia el horizonte y luego a Sofía.

- Me encantaría, pero hay otros en el bosque que también necesitan mi ayuda. Pero siempre, siempre recuerde que tu bondad tiene el poder de cambiar el mundo.

Finalmente, el pájaro alzó el vuelo hacia el cielo azul, perdiéndose entre las nubes. Sofía lo miró volar y sintió una sensación cálida en su corazón. Sabía que su pequeña acción había marcado la diferencia en la vida de alguien más.

Desde ese día, Sofía no solo buscó plumas de colores en el bosque, sino que también se dedicó a cuidar de los animales y ayudar a todos los que se cruzaban en su camino. Aprendió que cada pequeño gesto de bondad puede florecer en alegrías inesperadas y que todos, grandes y pequeños, pueden volar en su propia forma.

Y así, cada vez que una pluma de color caía del cielo, Sofía sonreía, recordando su mágico encuentro con el pájaro que una vez no podía volar.

FIN.

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