Un Circo en el Bosque



Era un hermoso día en el bosque, y Caperucita Roja estaba emocionada por visitar a su abuela. Pero había algo que a la abuela le preocupaba: no sabía hacer malabares, cosa que su nieta dominaba a la perfección junto al Lobo y el Cazador.

-Caperucita -dijo la abuela con una sonrisa tierna-, yo también quiero aprender a hacer malabares. ¿Pueden enseñarme?

-Claro, abuela -respondió Caperucita con una chispa en los ojos-, ¡será divertido!

El Lobo, que había dejado atrás su fama de feroz, dio un salto entusiasta y dijo:

- ¡Sí! Podemos enseñarte. Haremos de esto un gran espectáculo.

Y así fue como comenzaron las clases. La abuela era muy juguetona, pero los malabares no eran tan fáciles como parecían. Intentó lanzar las pelotas, pero cada vez que las tiraba, ¡caían al suelo!

- ¡Ahh! Esto es más complicado de lo que pensé -dijo la abuela con un suspiro.

-No te preocupes, abuela. Lo importante es no rendirse -dijo Caperucita, levantando una pelota del suelo y dándole un guiño.

Los días pasaban y la abuela podía hacer un par de lanzamientos, pero sentía que nunca podría lograrlo del todo. Sin embargo, el Lobo y el Cazador le animaban:

- ¡Estás mejorando mucho! -dijo el Cazador. - Además, ¡lo importante es disfrutar el proceso!

Un día, mientras practicaban, escucharon rumores de que habría un gran circo en el bosque.

- ¡Sí! -exclamó el Lobo- ¡Podemos actuar en el circo!

- Pero yo no sé hacer malabares -dijo la abuela, sintiendo un nudo en el estómago.

- No importa, abuela. ¡Tú también has avanzado! -gritó Caperucita entusiastamente.

Finalmente, la abuela decidió intentarlo. Así que, con la ayuda de sus amigos prepararon un número lleno de risas y alegría. El día del circo, el resto de los habitantes del bosque se adrosaron en el claro. Caperucita comenzaba la función:

- ¡Bienvenidos al gran circo del bosque! ¡Hoy tenemos un espectáculo increíble!

El Cazador hizo malabares con sus flechas (¡siempre con cuidado! ), el Lobo mostró su habilidad jugando con pelotas, y cuando llegó el turno de la abuela, el miedo comenzaba a apoderarse de ella. Pero el apoyo de su familia y amigos le dio valor.

- ¡Voy a intentarlo! -dijo.

Con sus manos temblorosas, lanzó las pelotas al aire. Al principio, solo atrapó una; luego dos. Aplausos y risas llenaron el aire.

- ¡Vamos, abuela! ¡Se está divirtiendo! -gritó el Cazador.

Esos ánimos la motivaron a seguir, y, aunque algunas pelotas se le escapaban, ella se reía y disfrutaba el momento. Al final de su acto, el público aplaudió con entusiasmo.

- ¡Sos una artista! -le dijo el Lobo. - ¡Dudaste, pero lo lograste! La abuela sonrió, llena de orgullo.

Esa noche regresaron a casa, cansados pero felices. La abuela, a pesar de no ser una experta, aprendió que lo que importa es disfrutar de lo que haces y no rendirse jamás:

- Gracias, chicos, por apoyarme y enseñarme. Aprendí que el verdadero espectáculo es la alegría de compartir.

Se abrazaron y se prometieron seguir practicando, porque lo importante no era ser perfectos, sino disfrutar juntos. Y así, cada semana, hacían una función en su hogar, llenando el bosque de risas y fantasía, y la abuela finalmente comenzó a sentirse como la gran malabarista que siempre soñó ser.

FIN.

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