Un Paseo Inolvidable



Era un hermoso día soleado en el pequeño barrio de Villa Alegre. La familia González decidió que era el momento perfecto para salir a pasear. Papá Carlos, Mamá Ana y sus dos hijos, Sofía y Benjamín, se pusieron sus camisetas favoritas, tomaron una botella de agua y se dispusieron a explorar el parque cercano.

"¡Qué lindo día para salir!" -dijo Mamá Ana, sonriendo mientras todos subían al auto.

"Sí, quiero ver a los patos en el lago!" –exclamó Sofía emocionada.

"Espero que haya helado, ¡tengo muchas ganas de uno!" –agregó Benjamín, saltando de alegría.

Cuando llegaron al parque, el sol brillaba en lo alto y el aire fresquito llenaba el ambiente. Los árboles se mecía suavemente con la brisa y el sonido de risas y juegos de otros niños resonaban a su alrededor.

"Miren, un sendero!" -dijo Carlos señalando un camino que se adentraba en los árboles.

"Vamos a averiguar dónde nos lleva. ¡Parece una aventura!" –propuso Sofía, con los ojos brillantes de curiosidad.

Tras un rato de caminata, comenzaron a escuchar el suave sonido del agua. Estaban seguros de que se acercaban al lago. De repente, vieron un claro donde el color verde de los árboles se llenaba de flores de todos los colores.

"¡Qué hermoso lugar!" –suspiró Ana.

"¡Parece un cuento de hadas!" –dijo Benjamín asombrado.

Decidieron hacer una pausa y se sentaron sobre el pasto. Mamá Ana sacó la botellita de agua y algunos sándwiches que habían preparado en casa.

"Recuerden, siempre es bueno tener un picnic en la naturaleza," -les recordó Ana, mientras distribuía las viandas.

"¡Y siempre hay que llevar la basura de vuelta!" –añadió Carlos como un buen recordatorio.

"Sí, así cuidamos el medio ambiente," -dijo Sofía, que había estado aprendiendo sobre el cuidado de la naturaleza en la escuela.

Mientras disfrutaban de sus sándwiches, un grupo de patos apareció en la orilla del lago.

"Miren, ahí vienen!" –gritó Benjamín.

"¿Creen que podemos acercarnos?" -preguntó Sofía.

Decidieron acercarse despacito, pero de pronto, las aves comenzaron a asustarse y nadaron rápidamente lejos.

"Parece que debemos ser más silenciosos, chicos," -dijo Ana.

"¡No te preocupes! A veces los animales son tímidos," -respondió Carlos, intentando alentar a los niños.

Después de un rato y con mucho cuidado, lograron acercarse otra vez. Esta vez, los patos no se asustaron, y pudieron ver cómo nadaban y buscaban comida.

"¡Son tan adorables!" -exclamó Sofía.

"¿Sabían que los patos pueden vivir en el agua pero también en la tierra?" –les enseñó Carlos.

Pronto, mientras exploraban el lago, encontraron una pequeña cabaña de madera. Benjamín se acercó entusiasmado.

"¡Miren! ¿Podemos entrar?" -preguntó.

"Pero puede que esté abandonada..." -dijo Ana, un poco preocupada.

"Vamos a asomarnos un momento," -dijo Sofía, llena de valentía.

Al asomarse, descubrieron que no estaba tan abandonada. De hecho, un grupo de niños estaba dentro, jugando.

"¡Hola! Venimos de paseo!" -les dijo Sofía con una gran sonrisa.

"¡Hola! ¡Vengan a jugar con nosotros!" -invitó una niña rubia que se asomó por la ventana.

Los González no lo podían creer. ¡Él lago también tenía un espacio para jugar! Así que se sumaron a la diversión. Se jugaron a las escondidas, lanzaron pelotas al lago y hasta hicieron un pequeño globo con un poco de agua.

Después de un rato, empezó a oscurecer, y la familia González se despidió de sus nuevos amigos.

"Gracias por el juego, nos divertimos mucho!" -dijo Benjamín, mientras Sofía sonreía.

"Nos gustaría volver cuando sea posible!" -agregó Ana.

"¡Sí, a mi también!" -dijo Sofía.

"Siempre es lindo conocer nuevos amigos," -comentó Carlos.

Al regresar a casa, estaban cansados pero felices.

"Hoy aprendí que a veces la aventura más bonita es la que compartimos en familia y con nuevos amigos," –dijo Sofía.

"Y que siempre debemos cuidar el lugar donde jugamos," -agregó Benjamín.

"Exacto, chicos," -dijo Mamá Ana, mientras Papá Carlos assentía con la cabeza.

Así, la familia González vivió una jornada inolvidable, llena de risas, nuevos amigos y lecciones sobre la naturaleza y la amistad. Y cada vez que regresaban al parque, sabían que cada día podría traer una nueva aventura.

FIN.

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