Vacaciones de Verano con Sabor a Mar



Era un verano radiante cuando la familia Gómez decidió hacer un viaje a la costa. Laura, la hija de 14 años, estaba más que emocionada; era su momento favorito del año. Con su gorra de sol y sus gafas de sol en forma de estrella, se subió al auto junto a sus padres, Pablo y Ana, y su pequeño hermano, Tomi.

"¡No puedo esperar para ver el mar!", gritó Laura mientras se acomodaba en el asiento trasero.

"Espero que no olvides tu protector solar esta vez", respondió su mamá con una sonrisa.

"Ay, es que me gusta broncear mi hermosa piel", dijo Laura haciéndose la interesante.

Con una playlist de sus canciones preferidas sonando, el viaje prometía ser una aventura. Pasaron horas cantando y disfrutando del paisaje, hasta que finalmente avistaron el océano. El aire salado y fresco llenó el auto y, casi mágicamente, todos comenzaron a sonreír. Una vez que llegaron, Laura corrió hacia la playa, pisando la suave arena dorada.

Al llegar, se encontraron con un paisaje espectacular: el sol brillando en el cielo y el océano desplegándose frente a ellos, lleno de tiburones de color azul y deslumbres de gaivotas en el cielo. Tomi, que apenas tenía 8 años, corría detrás de las olas, como si quisiera abrazarlas.

Después de instalarse en su carpa, la familia decidió dar un paseo por la orilla.

"¿No es hermoso?", preguntó Pablo mirando el horizonte.

"Sí, pero también es triste ver que hay tanta basura en la playa", comentó Laura al observar trozos de plástico y botellas tiradas.

"Es verdad, deberíamos hacer algo al respecto", agregó Ana mientras recogía una bolsa de plástico.

"Seguro que no se lo lleva la marea", exclama Tomi, tapándose la boca para no respirar el olor del plástico.

Con esos pensamientos en mente, la familia no solo disfrutó del sol y el mar, sino que también se propuso limpiar la playa. Después de un rato, Laura tuvo una idea.

"¿Y si organizamos un concurso de limpieza? Todos pueden participar y el que recolecte más basura gana un helado", sugirió.

"¡Genial!", gritó Tomi emocionado, ya soñando con su helado.

"Esto es mucho más que un simple juego. Es una forma de cuidar nuestro planeta", añadió Laura.

Así fue como la familia comenzó a invitar a otros turistas a unirse a su desafío. Muchos miraban extrañados al principio, pero pronto las risas comenzaron a llenar la playa. Una hora después, un grupo de personas se había reunido, con bolsas llenas de basura. Además de los helados, había un gran sentido de comunidad.

"¡Miren cuánta basura hemos recolectado!", exclamó Laura mostrando la bolsa rebosante.

"Esto es un gran esfuerzo. ¡Eso es voluntad!", dijo un chico mayor que se unió al grupo.

"¿Y qué haremos con toda esta basura?", preguntó una niña al fin del juego.

"La llevaremos a un centro de reciclaje. Cada pequeño esfuerzo cuenta", aseguró Laura.

Al final del día, Laura y su familia se sentaron en la altura de la arena, viendo cómo el sol se ocultaba en el horizonte.

"Gracias por un día increíble. Me encanta cómo hemos logrado involucrar a tanta gente en esta causa", expresó Laura con una gran sonrisa.

"Sería bueno dedicar unos días en cada verano a actividades así, ¿no?", sugirió Ana.

"Sí, debemos hacer de esto una tradición", afirmó Pablo mientras abrazaba a sus hijos.

"Creo que los helados son una gran recompensa por nuestro trabajo", bromeó Tomi mientras lamiendo su helado de frutilla.

El viaje no solo les dejó un gran recuerdo con el mar de fondo, sino que también les enseñó sobre la importancia de cuidar nuestro hogar: la Tierra. Desde ese día, cada verano para los Gómez no sería solo diversión en la playa, sino también aventuras de limpieza que involucraban a todos. Laura aprendió que la conciencia ecológica puede ser divertida y emocionante, y que, si cada uno de nosotros pone un granito de arena, juntos hacemos un gran cambio. Así, sus vacaciones se convirtieron no solo en una tradición familiar, sino en una manera alegre de hacer del mundo un lugar mejor.

FIN.

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