A Galactic Friendship
Había una vez un astronauta llamado Tomás, a quien le encantaba viajar y explorar el espacio. Siempre soñó con ir a Marte y conocer a los marcianitos que vivían allí.
Así que un día decidió emprender su aventura espacial. Cuando Tomás llegó a Marte, fue recibido por los amigables marcianitos, quienes estaban emocionados de tenerlo como visitante. Sin embargo, había uno de ellos llamado Bruno, que no confiaba en él.
Bruno pensaba que Tomás solo quería aprovecharse de su planeta y hacerles daño. A pesar de la desconfianza de Bruno, Tomás se esforzó en demostrarle que era un amigo y no tenía malas intenciones. Pasaron días juntos compartiendo experiencias y aprendiendo el uno del otro.
Poco a poco, Bruno comenzó a darse cuenta de que estaba equivocado sobre Tomás. Un día, mientras todos estaban ocupados en sus tareas diarias en Marte, Bruno decidió aventurarse hacia la Luna sin decirle nada a nadie.
Quería demostrarle a sí mismo y al resto de los marcianitos lo valiente e independiente que podía ser.
Cuando los demás descubrieron la ausencia de Bruno, se preocuparon mucho porque sabían lo peligroso que podía ser viajar solo por el espacio exterior. Rápidamente informaron a Tomás sobre lo ocurrido y él decidió ir en busca del pequeño marcianito. Tomás volvió rápidamente a su nave espacial y despegó rumbo hacia la Luna.
Durante el trayecto pensaba en cómo podría ayudar a Bruno y cómo demostrarle que podía confiar en él. Finalmente, Tomás llegó a la Luna y encontró a Bruno con su nave averiada. El pequeño marcianito estaba asustado y no sabía cómo arreglarla.
Tomás se acercó con una sonrisa y le dijo: "¡No te preocupes, Bruno! Yo sé mucho sobre naves espaciales, puedo ayudarte". Con paciencia y habilidad, Tomás reparó la nave de Bruno mientras le explicaba cada paso del proceso.
Juntos trabajaron como un gran equipo y, al final, lograron dejarla lista para volver a Marte. Bruno quedó sorprendido por la amabilidad y conocimientos de Tomás. Se dio cuenta de que había juzgado mal al astronauta desde el principio.
Ahora sabía que podía confiar en él. De regreso en Marte, todos los marcianitos celebraron el regreso seguro de Bruno gracias a la ayuda de Tomás. A partir de ese día, la desconfianza desapareció entre ellos y se convirtieron en grandes amigos.
Tomás les enseñó muchas cosas interesantes sobre su planeta natal, mientras ellos compartían sus conocimientos sobre Marte. Aprendieron a trabajar juntos y respetarse mutuamente sin importar las diferencias que pudieran tener.
Y así fue como una simple aventura espacial se convirtió en una valiosa lección para todos: nunca debemos juzgar antes de conocer realmente a alguien. La confianza es un regalo preciado que se gana con acciones bondadosas y honestas.
Desde aquel día, los marcianitos siempre recordaron la historia del astronauta viajero llamado Tomás quien les enseñó la importancia de confiar y trabajar en equipo. Y cada vez que miraban al cielo estrellado, recordaban que las amistades más inesperadas pueden surgir en los lugares más lejanos del universo.
FIN.