A la abuela le gusta volar



En una pequeña ciudad costera llena de colores y risas, vivía la abuela Clara. A Clara le encantaba el color morado, y siempre llevaba puesto algo de ese brillante tono: una bufanda, unos zapatos, o incluso un sombrero gigante que parecía un globo. Pero, lo que más le apasionaba en la vida era volar.

Desde pequeña soñaba con los cielos y las nubes. Por eso, cada vez que podía, se montaba en su globo aerostático. "¡Es tan emocionante, mi cielo!", solía decir a sus amigos. Para ella, no había nada mejor que ver la ciudad desde lo alto, con el mar brillando como un espejo azul, y las gaviotas volando a su lado.

Un día, mientras Clara se preparaba para su vuelo en globo, su nieto Mateo la observaba con esa mirada curiosa que lo caracterizaba.

"Abuela, ¿no te da miedo volar tan alto?" - preguntó Mateo, un poco preocupado.

"¡Para nada, querido! Volar es libertad. Es como danzar entre las nubes. ¿Alguna vez has soñado con tocar el cielo?" - respondió Clara, llenando su voz de entusiasmo.

Mateo sonrió, pero seguía sintiendo un cosquilleo en el estómago. No quería que su abuela volara sola. Esa noche, rumiando su preocupación, tuvo una idea brillante. Al día siguiente, Mateo llegó a casa con un caprichoso dibujo en mano. Era un boceto de un aparato volador con forma de mariposa, morado y brillante.

"Abuela, ¿y si creamos nuestra propia máquina voladora?" - exclamó entusiasmado.

Clara miró el dibujo con ojo crítico.

"¡Eso suena increíble, Mateo! Pero, ¿sabes? Volar no es solo aventura. Debemos asegurarnos de que sea seguro y legal. Vamos a averiguarlo juntos."

Así, abuela y nieto se embarcaron en una aventura educativa. Visitaban bibliotecas, miraban documentales y hasta conversaban con expertos de la aviación. Aprendieron sobre aerodinámica, sobre la importancia de la seguridad y de cómo hacer un plan de vuelo.

Una tarde, mientras estaban en el parque, Mateo y Clara vieron un grupo de personas volando en parapente. Clara miró a Mateo y sonrió.

"¿Y si hacemos una prueba? Podemos volar con un instructor, así estaré más segura. ¿Te atreves?" -

Mateo tragó saliva, pero en su corazón sentía que tenía que acompañar a su abuela en esta nueva aventura.

"¡Sí! ¡Quiero volar contigo, abuela!" - dijo decidido.

Unos días después, Clara y Mateo se animaron, y bajo la atenta mirada de un instructor, se llevaron a cabo juntos en un parapente. Cuando sus pies dejaron el suelo, Mateo experimentó por primera vez la emoción de elevarse.

"¡Esto es increíble! ¡Mirá cómo todo se ve desde aquí!" - gritó Mateo, con el viento en su cabello.

"¡Te lo decía! Volar es mágico, nene" - le respondió Clara, con una gran risa. Fueron momentos de alegría, donde soltaban risas y gritaban de felicidad mientras descendían.

Pero, mientras regresaban, un pequeño giro en los vientos sorprendió al instructor.

"¡Suban, suban más, hay que descender suavemente!" - ordenó, lo que hizo que el corazón de Mateo latiera más rápido. A pesar del miedo, las palabras de su abuela resonaban en su mente.

"Recuerda, Mateo, a veces las sorpresas son lo que más disfrutas" - le dijo Clara, mirándolo calmadamente.

Tomando una respiración profunda, Mateo se sintió un poco más valiente. Juntos lograron aterrizar con seguridad, mientras todos los demás aplaudían.

"¡Lo hicimos, abuela! ¡Eso fue increíble!" - gritó Mateo, lleno de emoción.

"Y aprendimos juntos. ¡Eso es lo mejor de todo!" - respondió Clara con orgullo.

Entonces, volar se convirtió en su actividad favorita, no solo la de Clara, sino también la de Mateo. Desde ese día, siempre reservarían un tiempo para volar juntos, para explorar los cielos y ayudar a otros a conocerse entre los colores de las nubes.

FIN.

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