¡A mojarse y a jugar!


Había una vez una niña llamada Sofía que tenía un miedo muy grande: ¡tenía mucho miedo de ducharse! Cada vez que llegaba la hora del baño, Sofía se ponía nerviosa y comenzaba a temblar.

Sus padres intentaban explicarle que no había nada de qué preocuparse, pero el miedo de Sofía era tan fuerte que no lograban convencerla. Un día, mientras Sofía jugaba en el parque con sus amigos, se dio cuenta de algo curioso.

Todos los niños estaban disfrutando bajo las fuentes de agua y riendo a carcajadas. Aunque estaba un poco asustada al principio, decidió acercarse y sentir el agua en su piel.

Para su sorpresa, cuando el agua mojó su cara y sus brazos, no pasó nada malo. Al contrario, sintió una sensación refrescante y divertida. Ese momento le hizo pensar en su miedo a ducharse en casa. Decidida a superarlo, Sofía fue corriendo a contarle lo ocurrido a sus padres.

Ellos sonrieron orgullosos y le dijeron: "Sofía, sabemos que tienes miedo de ducharte. Pero si te animaste a jugar bajo las fuentes sin problemas, seguro puedes superar este temor también".

Animada por las palabras de sus padres y recordando la sensación divertida del agua en el parque, Sofía decidió enfrentar su miedo esa misma noche. Cuando llegó la hora de ducharse, ella respiró hondo y entró al baño decidida.

En lugar de verlo como algo espantoso, empezó a imaginar que la ducha era una lluvia mágica que le quitaba todos los temores. Mientras el agua caía sobre su cuerpo, Sofía cerró los ojos y se dejó llevar por esa sensación refrescante.

A medida que pasaban los días, Sofía comenzó a disfrutar cada vez más de sus duchas. Descubrió que podía cantar bajo el agua y hacer burbujas con el jabón.

Incluso se convirtió en una experta en crear figuras con las sombras que hacían las gotas de agua en la pared. Un día, mientras jugaba con su hermanito Mateo, él le preguntó: "Sofi, ¿por qué te gustan tanto las duchas ahora?". Sofía sonrió y respondió: "Porque descubrí que no hay nada qué temer.

El agua es divertida y me hace sentir bien". Desde ese momento, Sofía nunca volvió a tener miedo de ducharse. Aprendió que enfrentar nuestros miedos nos ayuda a crecer y descubrir cosas nuevas.

Y así, gracias a su valentía y determinación para superar su miedo, Sofía se convirtió en un ejemplo para muchos niños que también tenían temores irracionales. Les enseñaba que aunque al principio parezca difícil, siempre hay una manera de vencerlos si nos animamos a enfrentarlos.

Y colorín colorado, esta historia ha terminado pero recuerda ¡nunca tengas miedo de enfrentar tus propios monstruos!

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