A Tale of Friendship


Había una vez un ratoncito llamado Remy que vivía en una pequeña madriguera dentro de la despensa de una casa. Remy era muy curioso y siempre estaba buscando aventuras.

Un día, mientras exploraba por la cocina, el olor a queso fresco llegó hasta su nariz. Siguiendo ese delicioso aroma, Remy encontró un enorme trozo de queso sobre la mesa. Sus ojitos brillaron de emoción al ver esa maravilla.

Remy se acercó cautelosamente al queso, pero justo cuando iba a darle un mordisco, escuchó una voz desde lo alto:- ¡Detente ahí, ratoncito! Ese queso es mío - exclamó Tomás el gato, dueño de la casa.

Remy dio un salto hacia atrás asustado y respondió con valentía:- Perdóneme señor gato, pero yo solo quería probar un pedacito. Soy tan pequeño y ese queso es tan grande... Tomás se rió burlonamente y dijo:- No te preocupes, ratoncito.

Si quieres comer algo de este delicioso queso, tendrás que ganártelo primero. Remy miraba fijamente al gato sin entender qué quería decir con eso. Pero Tomás continuó hablando:- Te propongo un juego: si logras superar tres pruebas que te pondré, podrás comerte todo el queso que desees.

El ratoncito aceptó el desafío sin pensarlo dos veces. Estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para probar aquel exquisito manjar. La primera prueba consistió en una carrera de velocidad.

Remy y Tomás se pusieron en línea de partida y, al escuchar el grito de "¡Ya!", comenzaron a correr lo más rápido que podían. El ratoncito era pequeño pero ágil, mientras que el gato era grande pero algo torpe. Remy logró vencerlo por un pelo.

- ¡Bien hecho! - exclamó Tomás con una sonrisa-. Has superado la primera prueba. La segunda prueba fue un juego de ingenio. Tomás escondió el queso detrás de tres puertas y le dijo a Remy que debía elegir la correcta para ganarlo.

El ratoncito estudió detenidamente las puertas y, confiando en su intuición, eligió la del medio. Cuando abrió la puerta, allí estaba el queso esperándolo. Remy saltó de alegría mientras Tomás aplaudía sorprendido.

- ¡Eres muy astuto! - exclamó el gato-. Solo te queda una última prueba. La tercera prueba consistía en encontrar un camino seguro hacia su madriguera sin ser atrapado por Tomás. Remy tenía que utilizar su agilidad y astucia para evitar ser capturado.

El ratoncito se movía rápidamente entre los muebles y objetos de la cocina, siempre atento a los movimientos del gato. Logró sortear todos los obstáculos hasta llegar a salvo a su madriguera.

Tomás llegó detrás exhausto y rendido ante la habilidad del ratón:- Felicidades, Remy - dijo entre jadeos-. Has superado todas las pruebas con éxito. Ahora puedes disfrutar libremente del queso. Remy se acercó al queso y dio un mordisco con una enorme sonrisa en su rostro.

El sabor era aún mejor de lo que había imaginado. A partir de ese día, Remy y Tomás se hicieron amigos inseparables. Compartían aventuras, juegos y por supuesto, el delicioso queso.

Esta historia nos enseña que a veces debemos superar obstáculos para obtener lo que deseamos. Además, muestra la importancia de la amistad y cómo los opuestos pueden complementarse.

Y así fue como el ratoncito Remy descubrió que incluso los gatos pueden ser buenos compañeros si les damos una oportunidad.

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