A Visit to Manuelita



Alan y Valentín estaban emocionados porque iban a pasar las vacaciones en la casa de su abuelo en Pehuajo.

Era un viaje largo, pero el tren era cómodo y les encantaba mirar por la ventana mientras veían los paisajes pasar. "¡Mira, Alan! ¡Esa montaña se parece a un gigante durmiendo!" exclamó Valentín señalando por la ventana. "Tienes razón, Valen. Y aquella nube parece un elefante volando" respondió Alan riendo. El trayecto en tren fue divertido y entretenido.

Jugaron al "veo, veo" y cantaron canciones durante todo el viaje. Finalmente, llegaron a Pehuajo y fueron recibidos con una gran sonrisa por parte de su abuelo.

"¡Bienvenidos chicos! ¡Qué alegría tenerlos aquí!" dijo el abuelo abrazándolos fuertemente. Pasaron los días divirtiéndose en la granja del abuelo. Alimentaban a las gallinas, recolectaban huevos frescos y ayudaban en la huerta. Pero había algo que ambos querían hacer más que nada: visitar a Manuelita, la tortuga.

Manuelita vivía en un pequeño estanque cerca de la casa del abuelo. Había llegado allí hace muchos años cuando era solo una pequeña tortuguita perdida. El abuelo la encontró y decidió cuidarla como si fuera su mascota.

Un día soleado, Alan y Valentín decidieron ir a ver a Manuelita. Corrieron hacia el estanque llenos de emoción y sorpresa al ver lo grande que se había vuelto.

"¡Hola, Manuelita! ¡Qué grande te has puesto!" exclamó Alan acariciando el caparazón de la tortuga. Manuelita movió su cabeza lentamente y les dio la bienvenida con un suave "tortu-tortu". Parecía feliz de ver a los chicos nuevamente. Pasaron horas observándola y contándole historias divertidas.

Pero un día, cuando Alan y Valentín fueron a visitar a Manuelita, notaron algo extraño. Estaba triste y no se movía como siempre. "Abuelo, algo le pasa a Manuelita. No está tan animada como antes" dijo preocupado Valentín.

El abuelo examinó a Manuelita cuidadosamente y descubrió que tenía una pequeña herida en una pata. La llevó al veterinario para recibir tratamiento y después de unos días regresó al estanque completamente recuperada.

Los chicos estaban muy felices de tener nuevamente a Manuelita sana y salva. Aprendieron que incluso las mascotas necesitan cuidados especiales para mantenerse saludables. Durante el resto de sus vacaciones, Alan y Valentín siguieron visitando a Manuelita todos los días.

Le daban comida fresca, jugaban con ella e incluso construyeron un pequeño refugio para protegerla del sol fuerte. Cuando llegó el momento de volver a casa, Alan y Valentín despidieron con tristeza a su querida tortuga amiga.

Prometieron volver pronto para seguir cuidándola y disfrutando juntos de momentos inolvidables. Y así fue cómo Alan y Valentín aprendieron la importancia de cuidar a los animales, incluso a los más pequeños y humildes como Manuelita.

Aprendieron que el amor y la dedicación pueden marcar la diferencia en la vida de cualquier ser vivo, sin importar su tamaño o forma. Y cada vez que miraban por la ventana del tren de regreso a casa, recordaban con cariño a Manuelita y las vacaciones llenas de aventuras en Pehuajo.

FIN.

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