Aaroncito y la Escuela Encantada


Había una vez un niño llamado Aaroncito que vivía en un pequeño pueblo de Argentina. Todos los días, cuando llegaba la hora de ir al colegio, Aaroncito sentía un nudo en el estómago y le entraba miedo.

No sabía por qué, pero algo dentro de él le decía que no quería ir a la escuela. Su hermana mayor, Camila, siempre intentaba ayudarlo y entenderlo. Un día, viendo lo triste que estaba Aaroncito, Camila tuvo una idea brillante.

"Aaroncito" , dijo Camila emocionada, "¿por qué no vienes conmigo a mi colegio hoy? Podrás ver cómo es realmente y tal vez te diviertas". Aaroncito dudó por un momento.

Pero luego pensó que quizás era buena idea conocer el colegio de su hermana y ver si era tan malo como imaginaba. Así que aceptó la invitación y juntos fueron hacia el colegio. Cuando llegaron allí, Aaroncito quedó maravillado.

El edificio era grande y colorido, lleno de alegría y risas. La directora del colegio les dio la bienvenida y los llevó a conocer las aulas. En cada salón había maestros sonrientes que enseñaban con pasión.

Los alumnos trabajaban en equipo y se ayudaban mutuamente sin importar sus diferencias. "¡Mira Aaroncito! Aquí tenemos una clase de arte", exclamó Camila señalando una puerta llena de colores brillantes. Aaroncito entró al salón donde había niños pintando cuadros hermosos.

Uno de ellos se acercó amablemente:"¡Hola! ¿Quieres pintar con nosotros?"Aaroncito asintió tímidamente y rápidamente se sintió cómodo. Los niños le mostraron cómo mezclar los colores y juntos crearon una obra maestra.

Luego, siguieron recorriendo el colegio y encontraron un aula de música donde los niños cantaban y tocaban diferentes instrumentos. Aaroncito quedó impresionado por el talento de sus compañeros. "¡Ven Aaroncito, te enseñaremos a tocar la flauta!", dijo uno de ellos entusiasmado.

Aaroncito tomó una flauta y, con la ayuda de sus nuevos amigos, logró hacer sonar algunas notas musicales. Se dio cuenta de que no importaba si cometía errores, lo importante era disfrutar del proceso. Después de pasear por el colegio, llegaron al patio donde todos los alumnos jugaban felices.

Había juegos para todos los gustos: fútbol, saltar la cuerda, trepar en los columpios... Aaroncito se acercó a un grupo que estaba formando una ronda para jugar a "La soga". "¿Puedo unirme?", preguntó tímidamente.

Los niños lo recibieron con alegría y pronto estaban saltando todos juntos mientras cantaban canciones divertidas. Finalmente, cuando llegó la hora del recreo, Camila llevó a Aaroncito al comedor escolar. Allí compartieron una merienda deliciosa junto a otros compañeros. El ambiente era cálido y amigable.

Al terminar su visita al colegio de Camila, Aaroncito se dio cuenta de algo muy importante: si hay una buena maestra y directora, empatía y compañerismo, dentro y fuera del aula, no debes temer y siempre ser sincero.

A partir de ese día, Aaroncito dejó de tener miedo al colegio. Se dio cuenta de que la escuela podía ser un lugar divertido y lleno de aprendizaje.

Cada mañana, se levantaba con entusiasmo para ir a clase y disfrutar junto a sus nuevos compañeros. Y así fue como Aaroncito descubrió que el colegio puede convertirse en un lugar mágico si nos abrimos a nuevas experiencias y aprendemos a confiar en los demás.

Desde aquel día, nunca más volvió a tener miedo de ir al colegio porque sabía que estaba rodeado de personas maravillosas que lo apoyaban en su crecimiento personal. Y colorín colorado, esta historia ha terminado.

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