Aba, la princesa aventurera



Había una vez, en un reino lejano, una princesa llamada Aba. Desde muy pequeña, Aba sabía que no quería seguir los pasos de su padre, el rey. Mientras que a su padre le encantaba la idea de que su hija viviera en un castillo lleno de lujos y festejos, Aba soñaba con aventuras fuera de esas paredes.

Entonces, un día, después de un largo tiempo sintiéndose prisionera de su propia vida, decidió que ya era hora de hacer algo al respecto. Se disfrazó de guardia real, con una armadura improvisada hecha de cartón y una espada de madera. Con su corazón latiendo fuertemente, se escabulló por los pasillos del castillo y salió del palacio.

Al llegar al pueblo, sus ojos brillaban de emoción mientras contemplaba las coloridas calles llenas de gente. Pero no pasó mucho tiempo antes de que se diera cuenta de que no tenía un lugar donde esconderse. En ese instante, conoció a Axel, un joven amable que trabajaba en una pequeña tienda de dulces.

"¿Estás perdida, señorita?" - preguntó Axel, observando el vestido de guardia que Aba llevaba con gracia.

"No estoy perdida, soy... un guardia en una misión especial" - respondió ella, tratando de sonar seria.

Axel sonrió, sabiendo que había algo más en su mirada. Entonces, decidió ayudarla.

"Ven, puedes quedarte en mi casa. Mi padre no está, así que estarás a salvo" - dijo Axel. Aba, aunque nerviosa, sintió una extraña confianza al estar cerca de él, así que aceptó.

Pasaron los días y Aba aprendió mucho de Axel. Juntos exploraban el pueblo, conocían a otros seres queridos y disfrutaban de la vida simple y feliz. Pero con el tiempo, el rey comenzó a buscar a su hija. La noticia de que una guardia estaba en el pueblo se extendió rápidamente.

Un día, mientras estaba escondida en la casa de Axel, escuchó a unos caballeros del rey hablando enérgicamente en la calle.

"La princesa Aba debe estar en alguna parte aquí. ¡Debemos encontrarla!" - gritaba uno de los guardias.

Aba miró a Axel, que tenía el rostro lleno de preocupación.

"Debemos hacer algo. No puedo volver al castillo. No quiero ser una princesa si eso significa vivir encerrada" - dijo ella, sintiendo cómo la tristeza la invadía.

"Siempre puedes ser lo que realmente quieras ser, Aba" - afirmó Axel, sosteniendo sus manos. "Voy a ayudarte. Vamos a hablar con tu padre. Quizás él no lo entienda, pero deberías ser feliz".

Entonces, se armó de valor y decidieron que sería mejor que ella hablara directamente con el rey. Prepararon un plan. Aba se disfrazaría de guardia nuevamente y Axel la acompañaría.

El día del encuentro, Aba se sentía nerviosa, pero confiada gracias al apoyo de Axel. Se plantaron ante el rey, y cuando él las vio, su rostro se iluminó de alegría.

"¡Aba! ¡Estaba tan preocupado por ti!" - exclamó el rey. "¿Por qué te escapas en lugar de disfrutar de tu vida?"

Aba tomó un respiro profundo y dijo:

"Padre, no me gusta estar encerrada. Quiero explorar, aprender sobre la vida y hacer amigos como Axel. No quiero ser solo una princesa en un castillo. Quiero ser una princesa que vive aventuras y ayuda a los demás".

El rey miró a Axel, quien asintió con la cabeza, apoyando las palabras de Aba.

"Ella tiene razón, su majestad. La felicidad de su hija es lo más importante" - dijo Axel con firmeza.

El rey, después de meditar un rato, vio la valentía de su hija y comprendió que no podía seguir metiendo a la princesa en una jaula de oro.

"Está bien, Aba. Si eso es lo que deseas, te prometo que podrás hacer aventuras, pero siempre bajo mi protección. Juntos, siempre seremos un equipo," - dijo él con una sonrisa.

Desde aquel día, la princesa Aba hizo muchas más aventuras, siempre regresando a casa y compartiendo sus historias, mientras su relación con su padre y Axel se fortalecía cada día más. Aprendió que ser valiente a veces significa romper con las normas y que, rodeada de amigos y familia, siempre encontraría su camino para ser feliz. Y así, el reino entero se llenó de risas y magia, gracias a la valentía de una princesa que no temió seguir su corazón.

FIN.

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