Abia y sus amigos de la selva



En un rincón olvidado de un inmenso cerro, vivía Abia, un niño lleno de curiosidad y alegría. Aunque no tenía mucho, su corazón era tan grande como la selva que lo rodeaba. Tenía cinco gatos traviesos llamativos: Rayo, Luna, Estrella, Sombra y Nube, además de su fiel compañero, un perrito llamado Nino.

Cada día, Abia exploraba los árboles altos y los senderos cubiertos de hojas, llevando a sus amigos felinos y a Nino a sus aventuras. A pesar de que la selva era hogar de muchos animales, algunos eran conocidos por ser un poco traviesos y causar problemas. ¡Desde serpientes que se asomaban entre los arbustos, hasta monos que a veces les robaban su comida!

Un día, Abia decidió que quería conocer todo lo que la selva podía ofrecer. "¡Vamos, amigos! Hoy nos aventuraremos más allá del río", anunció con emoción. Sus gatos maullaron en respuesta, mientras Nino ladraba alegremente.

El grupo partió con una cesta llena de galletitas que había hecho su madre con ingredientes simples. Tras un par de horas de caminata, llegaron a un claro donde un árbol gigante se alzaba. "¡Miren qué hermoso!", exclamó Abia, maravillado.

-De repente, un grupo de monos traviesos apareció, robando la comida de la cesta. "¡Alto ahí!", gritó Nino, mientras ladraba enérgicamente.

Los monos, divertidos, comenzaron a jugar entre ellos con las galletitas. Abia se quedó pensativo y dijo: "No debemos enojarnos, en vez de eso, ¿por qué no les enseñamos a compartir?"

Los gatos maullaron, como si estuvieran de acuerdo. Entonces, Abia se acercó y propuso un juego. "¡Hola, amigos! Si quieren, jugamos juntos. Les compartimos nuestras galletitas y ustedes nos muestran cómo trepar ese árbol gigante. ¿Qué dicen?"

Los monos, sorprendidos por la propuesta, se miraron entre sí y, tras un momento, se acercaron. "¡Está bien, nos gusta la idea!", dijo uno de ellos.

Así comenzó una hermosa amistad. Abia y sus amigos jugaron y aprendieron a trepar mientras compartían sus galletitas. Con cada risa, los monos se dieron cuenta de que era mucho más divertido tener amigos con quienes compartir sus travesuras.

Pero mientras disfrutaban, de repente, un sonido fuerte interrumpió su juego. Un grupo de animales malvados, liderados por un gran jabalí, se acercó, mirando con enojo a los nuevos amigos. "¡¿Qué hacen aquí? ! ¡Este es nuestro territorio!", gruñó el jabalí.

Nino se colocó frente a Abia y los gatos, protegiéndolos. "No queremos problemas, solo venimos a jugar y a ser amigos", respondió Abia, un poco temeroso pero decidido.

"¿Amigos? ¡Ja! Solo los más fuertes sobreviven aquí", dijo el jabalí.

Abia se dio cuenta de que debía ser ingenioso para demostrar que la amistad y la colaboración superaban a la fuerza. Así que, con una idea brillante, propuso: "¡Hagamos una competencia! Si ganan los más fuertes, nos iremos, pero si ganamos nosotros, podemos venir a jugar cuando queramos."

El jabalí, intrigado por la propuesta, aceptó. Y así, los animales se prepararon para la competencia. Abia creó juegos de habilidad y destreza, donde no solo se necesitaba fuerza sino también ingenio. A medida que la competencia avanzaba, la alegría y la risa llenaban el aire, y los animales malvados comenzaron a dejar de lado su enojo, divirtiéndose tanto como los demás.

Finalmente, Abia y sus amigos no ganaron, pero aún así generaron un ambiente de amistad. Al terminar, el jabalí se acercó con un brillo en los ojos. "No puedo creer que haya sido tan divertido. Tal vez podríamos compartir este lugar juntos."

Así, Abia, Nino, los cinco gatos y hasta los monos y el jabalí, formaron la pandilla más singular de la selva. Con su ejemplo, la selva se transformó en un lugar donde todos aprendieron a compartir y cuidar unos de otros. Así fue como Abia, el niño con un gran corazón, demostró que, aunque no tenía mucho, la amistad era el tesoro más grande de todos.

Desde aquel día, Abia y sus amigos se adentraron en la selva con risas y juegos, creando una comunidad de amistad que cambiaría el rumbo de todos los que vivían allí.

FIN.

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