Abigail y el camino del karate



Abigail estaba emocionada por comenzar su nueva aventura en el karate. Sus padres la llevaron al dojo y allí conoció a su sensei, un hombre amable con una larga experiencia en artes marciales.

- ¡Hola Abigail! Bienvenida al dojo de karate. Estoy seguro de que te divertirás mucho aprendiendo con nosotros -dijo el sensei con una sonrisa. - ¡Hola Sensei! Estoy muy emocionada por empezar -respondió Abigail con entusiasmo.

Desde el primer día, Abigail se esforzó al máximo en cada clase. Aprendió a respetar las reglas del karate, a concentrarse y a controlar su cuerpo y mente. Pronto, sus movimientos se volvieron más rápidos y precisos, sorprendiendo a todos en el dojo.

Un día, durante una competencia interna del dojo, Abigail tuvo que enfrentarse a un niño mayor y más experimentado que ella.

Al principio, sintió miedo e inseguridad, pero recordando todo lo que había aprendido hasta ese momento, decidió dar lo mejor de sí misma. La pelea comenzó y Abigail demostró una destreza impresionante. Esquivaba los golpes de su oponente con agilidad y contraatacaba con fuerza y determinación.

El público no podía creer lo que veían: una niña pequeña desafiando a un oponente mucho más grande. Finalmente, Abigail logró atrapar al niño en un movimiento impecable y ganó la pelea. Fue ovacionada por todos en el dojo, incluido su sensei quien la felicitó por su valentía y perseverancia.

- ¡Increíble Abigail! Has demostrado que el tamaño no importa cuando se tiene determinación y disciplina. Estoy muy orgulloso de ti -dijo el sensei abrazando a la pequeña karateca. Abigail sonrió radiante, sintiéndose feliz y realizada.

Había descubierto en el karate no solo una actividad física divertida, sino también una forma de crecer como persona: siendo valiente, disciplinada y segura de sí misma.

Desde ese día, Abigail siguió entrenando duro en el karate, enfrentando nuevos desafíos con coraje y convirtiéndose en un ejemplo para todos los niños del dojo. Y así, entre patadas giratorias y kiais poderosos, nuestra pequeña guerrera siguió creciendo fuerte y segura de sí misma gracias al arte marcial que tanto amaba: el karate.

FIN.

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