Abraham y la valentía de escribir



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Escritura, un niño llamado Abraham. A Abraham no le gustaba mucho escribir, prefería jugar al fútbol y leer libros de aventuras.

Siempre que tenía que hacer un trabajo escrito, pedía ayuda a la inteligencia artificial de su computadora para que le hiciera los resúmenes. Un día, la maestra de Abraham les dio a todos los niños de la clase una tarea muy especial.

Debían escribir una carta a sus abuelos contándoles cómo había sido su semana y qué habían aprendido en la escuela. La maestra les dijo que esta vez el trabajo era personal y debían hacerlo con sus propias palabras.

Abraham se puso muy nervioso porque sabía que esta vez no podía pedirle ayuda a la inteligencia artificial. No le gustaba escribir y pensaba que nunca podría hacerlo tan bien como la computadora.

Así que decidió no entregar el trabajo y fingir estar enfermo para evitar enfrentarse a su miedo. Los días pasaron y Abraham se sentía cada vez peor por haber mentido y no haber cumplido con su responsabilidad.

Una noche, mientras miraba las estrellas desde su ventana, vio una estrella fugaz y cerró los ojos con fuerza para pedir un deseo. Al día siguiente, cuando llegó a la escuela, la maestra lo llamó aparte y le preguntó qué le pasaba.

Abraham sintió un nudo en la garganta pero decidió ser sincero. Le contó a su maestra todo lo ocurrido y se disculpó por no haber entregado el trabajo.

La maestra escuchó atentamente a Abraham y luego le dijo: "Todos cometemos errores, lo importante es ser valiente para reconocerlos y aprender de ellos". Le dio otra oportunidad para hacer el trabajo e incluso se ofreció a ayudarlo si lo necesitaba.

Abraham sintió un gran alivio en su corazón y esa misma tarde se sentó frente a su escritorio con papel y lápiz en mano. Recordando las palabras de su maestra comenzó a escribir con sinceridad la carta para sus abuelos.

Cuando terminó, leyó en voz alta lo que había escrito y se sorprendió al darse cuenta de lo mucho que disfrutaba expresar sus pensamientos en palabras escritas. Esa noche durmió tranquilo sabiendo que había superado su miedo gracias a su valentía y honestidad.

Desde ese día, Abraham descubrió que aunque algo parezca difícil al principio, siempre hay una manera de enfrentarlo si uno se esfuerza y cree en sí mismo. Y así, poco a poco, fue perdiendo el miedo a escribir y encontrando el placer en compartir sus ideas con los demás.

FIN.

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