Abraham y la visita al dentista
Abraham era un niño muy valiente y curioso que adoraba jugar y explorar el mundo. Sin embargo, había algo que le generaba un poquito de miedo: el dentista. Cada vez que sus padres le decían que era hora de ir a la consulta del dentista, Abraham sentía un cosquilleo en la panza y pensaba en todas las historias que había escuchado sobre el dentista. Pero un día, su mamá le contó una historia muy especial que le ayudó a comprender por qué no debía tener miedo.
Todo comenzó en un pueblo encantado, donde vivían criaturas mágicas de todo tipo. En ese lugar, había un simpático y amable conejito llamado Tomás, a quien le encantaba sonreír y mostrar sus dientes brillantes. Un día, Tomás empezó a sentir un leve dolor en una de sus muelitas y, aunque al principio tenía miedo, decidió visitar al hada de los dientes, la dentista de todos los seres mágicos del pueblo. Al llegar a la consulta, el hada de los dientes lo recibió con una gran sonrisa y le explicó que ella estaba ahí para ayudarlo a que su diente dejara de doler. Tomás se sintió tranquilo al ver lo amable y amorosa que era el hada de los dientes, y gracias a su valentía y confianza, la visita al dentista resultó ser una experiencia mágica y sin dolor.
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Después de escuchar la historia, Abraham se sintió inspirado. Le pareció increíble que hasta los seres mágicos tuvieran que visitar al dentista y que, al hacerlo, descubrieran que no tenían nada que temer. Decidió que él también quería ser valiente como Tomás y confiar en su dentista. Al llegar el día de la cita, Abraham se despidió de sus miedos y, al entrar a la consulta, se encontró con una dentista muy simpática que le explicó cada paso del proceso, le mostró todos sus instrumentos y le enseñó la importancia de cuidar sus dientes. Abraham se sintió tan tranquilo y seguro que ni siquiera se dio cuenta cuando el dentista terminó su revisión. Para su sorpresa, toda la visita resultó ser mucho más sencilla y menos asustadiza de lo que esperaba.
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Desde ese día, Abraham entendió que visitar al dentista no era nada de qué preocuparse. Aprendió a confiar en los profesionales de la salud bucal y a mantener su sonrisa saludable. Ahora, cada vez que piensa en el dentista, recuerda la historia de Tomás y el hada de los dientes, y sabe que no hay razón para tener miedo.
FIN.