Abrazos que hablan



Había una vez una niña llamada Eva, que solo quería estar en los brazos de su mamá. Desde que era muy pequeña, siempre buscaba refugio y consuelo en el cálido abrazo de su madre.

Eva era una niña muy amorosa y valiente. Siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás y nunca tenía miedo de enfrentarse a nuevos retos. Pero sin importar lo valiente que fuera, siempre necesitaba el amor y la protección de su mamá.

Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, Eva se dio cuenta de algo extraño.

Sus amiguitos tenían diferentes formas de recibir afecto: algunos preferían besos en la mejilla, otros preferían un fuerte apretón de manos e incluso había quienes disfrutaban más un abrazo grupal. Eva se sintió confundida. ¿Por qué no podía ser como sus amigos? ¿Por qué solo quería estar en los brazos de su mamá? Decidió hablar con su madre sobre esto.

"Mamá, todos mis amigos reciben afecto de diferentes maneras ¿por qué yo solo quiero tus brazos?"- preguntó Eva con curiosidad. La madre sonrió dulcemente y acarició el cabello de Eva. "Querida, cada persona es única y especial.

Todos tenemos diferentes formas de expresar nuestro amor y recibirlo también. Tú has encontrado tu forma especial: estar en mis brazos. "- le explicó. Eva reflexionó sobre las palabras de su mamá durante toda la noche.

Al día siguiente, decidió explorar otras formas de recibir afecto además del abrazo maternal al que estaba tan acostumbrada. Eva se acercó a su amiga Lola y le preguntó cómo le gustaba recibir afecto.

Lola, una niña muy extrovertida, le dijo que le encantaban los besos en la mejilla. Eva sonrió y le dio un dulce beso en la mejilla a Lola, quien se sintió muy feliz.

Luego, Eva fue a ver a su amigo Lucas y le preguntó cómo prefería recibir afecto. Lucas, un niño muy fuerte y atlético, respondió que disfrutaba de un apretón de manos firme. Eva estiró su manita y apretó con fuerza la mano de Lucas, quien se sorprendió gratamente.

Después de explorar diferentes formas de demostrar cariño, Eva se dio cuenta de algo maravilloso: cada persona tiene sus propias necesidades y deseos cuando se trata de afecto.

No hay una forma correcta o incorrecta de recibir amor; lo importante es respetar las preferencias individuales. Eva aprendió que no tenía que cambiar quién era solo para ser como los demás. Aunque ella solo quisiera estar en los brazos de su mamá, eso no la hacía menos especial ni menos amorosa.

Desde ese día en adelante, Eva siguió abrazando fuertemente a su madre siempre que lo necesitaba. Y al mismo tiempo, también aprendió a respetar las diferentes formas en las que sus amigos querían recibir afecto.

La historia de Eva nos enseña que todos somos únicos y especiales. Cada uno tiene sus propias necesidades emocionales y debemos respetarlas sin juzgarlas.

Así como Eva encontró consuelo en los brazos amorosos de su mamá, cada uno de nosotros debería encontrar su propia forma de recibir y dar amor, sin importar lo diferente que pueda ser.

FIN.

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