Abril y la Magia de Compartir
Había una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, una niña llamada Abril. Era una niña de cinco años, llena de energía y siempre con su hermosa muñeca de trapo, a la que había llamado Lulú. Desde muy chiquita, Abril había aprendido que sus cosas eran sólo para ella. No le gustaba compartir su muñeca con nadie, creía que si lo hacía, Lulú podría dejar de ser especial.
Un día soleado, Abril decidió llevar a Lulú al parque. Mientras jugaba en los columpios, vio a un grupo de niños jugando con muñecas. Uno de ellos, una niña rubia con coletas, se acercó.
- “Hola, soy Sofía. ¿Te gustaría jugar con nosotros? ” - dijo la niña, sonriendo.
Abril se sintió un poco incómoda. ¿Jugar con otros? ¿Y si le quitaban a Lulú?
- “No, gracias. Estoy bien jugando sola.” - respondió Abril, abrazando a su muñeca.
Sofía se encogió de hombros y se unió al grupo de niños, que estaban muy emocionados con sus juegos. Abril, a pesar de que le gustaba estar sola con Lulú, no pudo evitar sentir un pequeño huequito en su corazón.
Decidió seguir jugando, pero después de un tiempo, la angustia la invadió y sintió que se estaba aburriendo. Miró hacia el grupo y los vio reír y divertirse juntos. Periodo en el que Abril empezó a desear algo diferente.
De repente, una de las muñecas que jugaban los otros niños cayó al suelo, y Abril se dio cuenta de que era muy parecida a Lulú. Sin pensarlo mucho, se acercó al grupo.
- “¿Puedo ayudarles? ” - preguntó Abril, un poco tímida.
Los niños la miraron con curiosidad. Sofía sonrió y dijo:
- “¡Claro! Es nuestra muñeca Marisol. Se cayó.”
Abril sonrió y se agachó para recoger a Marisol, pero entonces una idea brilló en su mente. Pero antes de que dijera algo, Sofía agregó:
- “Si quieres, podemos hacer una fiesta de muñecas. Así cada una trae su muñeca y jugamos todos juntos.”
Abril dudó un momento. ¿Debería compartir a Lulú? Miró a su muñeca y pensó en todo el tiempo que había estado jugando sola. Finalmente, el sentimiento de querer jugar con otros pudo más que su miedo a compartir.
- “Está bien, yo traigo a Lulú.” - dijo, sintiéndose un poco nerviosa pero emocionada al mismo tiempo.
Esa tarde, Abril llevó a Lulú al parque. Cuando llegó, vio que todos los niños habían traído sus muñecas y estaban listos para jugar.
- “¡Wow, cuántas muñecas! ” - exclamó Abril, maravillada.
Sofía se acercó y dijo:
- “Mirá, podemos hacer que jueguen todas juntas. ¡Será una gran aventura! ”
Y así, Lulú, Marisol y las demás muñecas comenzaron a vivir historias fantásticas en una fiesta mágica de amistad. Los niños se reían, contaban cuentos y bailaban alrededor de sus muñecas, y lo mejor de todo, Abril se sintió parte de algo grande.
Se dio cuenta de que compartir no solo significaba dar algo; compartir era también enriquecer su propio mundo, crear nuevas historias y generar nuevas amistades. Al final del día, cuando el sol empezó a ocultarse, Abril se despidió de Sofía y los demás, con una gran sonrisa en su rostro.
- “Gracias por el mejor día de mi vida. ¡Compartir fue genial! ” - dijo Abril.
Sofía le sonrió:
- “Y nos gustaría hacerlo de nuevo. ¿Cuándo traes a Lulú otra vez? ”
Abril regresó a casa con su corazón rebosante de alegría. Desde ese día, ya no temía compartir. Aprendió que al compartir, no solo hacía felices a los demás, sino que también podía disfrutar de más juegos y nuevas amistades.
Moraleja: Compartir trae muchos y nuevos amigos.
FIN.