Abril y su Lorito Valiente



En un barrio tranquilo, vivía una niña catirita llamada Abril. Ella era conocida por su dulzura y su amor hacia los animales. Entre todos sus amigos, el más especial era su lorito, a quien ella había nombrado Pepe. Pepe era un lorito muy travieso y le encantaba salir de su jaula para explorar, pero siempre volvía a casa cuando escuchaba la voz de Abril.

Un día, Abril se fue a la escuela con la promesa de regresar pronto. Sin embargo, ese día llovió y las clases se alargaron. Pepe, al ver que Abril no volvía, decidió que era el momento perfecto para aventurarse fuera de su jaula. Con un par de saltos y un poco de esfuerzo, logró abrir la puerta de su hogar.

"¡Estoy libre!" - gritó Pepe lleno de emoción.

Se lanzó a la aventura, volando de un lugar a otro, explorando el salón y picoteando algunas flores que encontró en la mesa. Pero, en su alocada búsqueda de diversión, no se dio cuenta de que estaba acercándose a la ventana.

De repente, un fuerte viento hizo que Pepe se desequilibrara y cayera al suelo.

"¡Ay!" - chilló Pepe, asustado y adolorido. "¡Me duele la patita!"

Cuando Abril finalmente volvió a casa, encontró a Pepe en el piso, mirándola con sus ojitos llenos de lágrimas.

"¡Pepe! ¿Qué te pasó?" - exclamó Abril corriendo hacia él.

Al acercarse, dio cuenta de que su lora llevaba una patita lastimada. Sin pensar en nada más, se agachó y acarició a Pepe.

"Shhh, no te preocupes, estoy aquí" - le susurró con ternura. "Voy a ayudarte."

Abril corrió rápidamente a buscar un botiquín de primeros auxilios. Con cuidado, empezó a curar la patita de Pepe.

"Este pañuelo va a hacer que te sientas mejor" - dijo mientras envolvía suavemente la patita de su amigo. Pepe se quedó quieto, sintiendo el amor y la calidez que le brindaba su dueña.

Cuando terminó, le dio un beso en su cabeza pluma.

"Ya estás mejor, pequeño aventurero. Pero, ¿qué aprendiste hoy?" - le preguntó con una sonrisa.

"Aprendí que no debo salir corriendo cuando tú no estás" - respondió Pepe mientras miraba a Abril con un aire de culpabilidad. "Perdóname, por favor. No quise asustarte."

"Está bien, Pepe. Lo importante es que estamos juntos. Las aventuras son divertidas, pero es mejor compartirlas. Así cuidamos unos de otros" - dijo Abril con una risa apacible en su voz.

A partir de ese día, Pepe prometió no volver a salir solo. Abril le construyó un nuevo juego dentro de su jaula, lleno de juguetes y desafíos para que pudiera divertirse sin arriesgarse a lastimarse. Cada tarde, ella lo sacaba para que volara a su alrededor, siempre vigilándolo.

Pepe, agradecido por la atención y el amor de Abril, no se cansaba de contarle historias de sus pequeñas aventuras, ahora dentro de su hogar.

"¡Mirá, hoy hice un nuevo truco!" - exclamaba Pepe, mientras giraba en su jaula.

"¡Sos un verdadero artista, Pepe!" - respondía Abril riendo. "Eres mi lorito valiente, y juntos podemos vivir grandes aventuras."

Y así, Abril y Pepe aprendieron que el amor y la amistad son las mejores herramientas para enfrentar cualquier dificultad, y que siempre es mejor compartir las aventuras con aquellos que amamos. Aunque Pepe seguía siendo travieso, ahora lo hacía con cuidado, siempre volviendo a la seguridad de su hogar.

"¡Prometo no salir sin vos!" - dijo Pepe una tarde, mientras Abril acariciaba su cabecita.

"Así me gusta, porque siempre estaré aquí para ayudarte y cuidarte" - respondió Abril, sonriendo.

Juntos, vivieron felices entrenando nuevos trucos y compartiendo historias, siempre recordando lo que el verdadero amor y la amistad pueden lograr, no solo con palabras, sino también con acciones.

FIN.

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