Abuelo y el Planeta Colorido



En un pequeño pueblo, vivía un abuelo llamado Don Mateo. Era un anciano lleno de sabiduría que pasaba su tiempo mirando las estrellas desde su terraza. Una noche, mientras observaba con su telescopio, notó algo extraño en el cielo.

- ¡Ay, caramba! - exclamó Don Mateo, ajustando las lentes del telescopio - ¡Nunca había visto esa manchita brillante antes!

Intrigado, decidió documentar su hallazgo. Pasó semanas observando y dibujando lo que veía. Un día, compartió su descubrimiento con los niños del pueblo.

- ¡Chicos, hoy les traigo una noticia increíble! - dijo con entusiasmo.

- ¿Qué pasó, abuelo? - preguntó Sofía, la más curiosa.

- He descubierto un nuevo planeta que brilla como una estrella, y tiene unos colores que nunca había visto. ¡Quiero que me ayuden a ponerle un nombre!

Los niños comenzaron a sugerir nombres como "Cotillón" y "Dulce Chuchería".

- No, no, - interrumpió Pedro - ¡Deberíamos llamarlo "Arcoíris" porque parece un arcoíris!

- Muy bien, entonces lo llamaremos así - dijo Don Mateo, emocionado.

Los niños se comprometieron a ayudar a Don Mateo y juntos comenzaron a investigar sobre planetas. Buscaron en libros viejos, hablaban con el bibliotecario, y hasta hicieron un experimento para crear un modelo del sistema solar usando pintura y cartón.

Finalmente, Don Mateo y los niños decidieron organizar una noche de observación para contarles a los demás del pueblo sobre "Arcoíris". Prepararon una gran lona blanca y arreglaron sillas de jardín. Esa noche, el pueblo entero se reunió en la plaza.

- Buenas noches, amigos - dijo Don Mateo, mientras acariciaba su barba canosa - Hoy vamos a descubrir juntos un nuevo mundo.

Los niños comenzaron a hablar sobre lo que habían aprendido y cada uno contó lo que había imaginado sobre el planeta.

- ¡Imaginen un lugar donde todos los colores del mundo se mezclan! - dijo Sofía.

- Y donde los árboles dan caramelos y los ríos son de jugos de frutas - añadió Pedro.

La gente del pueblo escuchó con atención, asombrada. Pero, de repente, un grupo de adultos empezó a reírse.

- ¿Un nuevo planeta? - dijeron. - ¡Eso es solo fantasía!

Don Mateo sonrió con paciencia.

- Es verdad que puede sonar fantasioso, pero cada descubrimiento comienza con una idea. ¿Acaso no soñamos alguna vez con viajar a la luna? Así comenzó todo.

Los niños se miraron entre ellos, sintiendo que el esfuerzo valía la pena. A medida que continuaron hablando, algunos adultos comenzaron a abrirse a la posibilidad y a hacer preguntas.

- ¿Cómo se ve ese planeta? - preguntó una mujer.

- ¡Es muy colorido y tiene jirafas voladoras! - contestó Sofía con alegría.

Los padres comenzaron a compartir sus propias ideas locas sobre lo que podría haber en el planeta. El ambiente se llenó de entusiasmo.

A medida que se pasaba la noche, Don Mateo se sintió más contento. Había logrado que su amor por el cosmos fuera contagioso.

Después de esa noche, el pueblo comenzó a organizar observaciones regulares y a fomentar el amor por la ciencia y la exploración. Don Mateo siguió enseñando a los niños, pero "Arcoíris" se convirtió en algo más que un planeta: se convirtió en símbolo de los sueños y aspiraciones de todos en el pueblo.

Años más tarde, Don Mateo miraba a su pueblo, lleno de esperanza y curiosidad, y pensó:

- Quizás un día alguien viaje hasta "Arcoíris" y descubra todas las maravillas que hemos imaginado.

Y así, el abuelo y los niños aprendieron que, con imaginación y trabajo en equipo, cualquier cosa es posible.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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