Aceptación y virtud
En el corazón del bosque vivía un roble majestuoso que albergaba a Federico, un sabio búho. Todos los animales del bosque acudían a Federico en busca de consejo y sabiduría. Un día, el zorro, la tortuga, el perico y el conejo se acercaron al roble en busca de ayuda.
- ¿Qué les preocupa, amigos? -preguntó Federico con calma.
El zorro suspiró y dijo: -Siento que siempre me critican por ser astuto, nunca me aceptan como realmente soy. La tortuga agregó: -Y yo siempre me siento torpe y lenta, quisiera ser diferente. El perico expresó: -A mí me molesta que siempre me digan que soy demasiado ruidoso, me gustaría ser más silencioso. El conejo, por su parte, dijo: -Yo quisiera dejar de sentirme inseguro por ser tan asustadizo.
Federico los escuchó con atención y les dijo: -Amigos, cada uno de ustedes tiene cualidades especiales que los hacen únicos. El zorro, tu astucia es una virtud que te hace sobrevivir en el bosque. La tortuga, tu constancia y paciencia te hacen llegar lejos. El perico, tu alegría y vitalidad traen vida al bosque. Y el conejo, tu agilidad y astucia te ayudan a mantenerte a salvo. Deben aprender a aceptarse y valorarse tal como son, porque sus defectos son también virtudes.
Los animales se miraron entre sí, reflexionando sobre las palabras del sabio búho. Decidieron poner en práctica su consejo y empezaron a ver sus defectos como virtudes. El zorro usó su astucia para resolver problemas, la tortuga encontró en su lentitud un ritmo tranquilo y constante, el perico aprendió a equilibrar su alegría con momentos de silencio, y el conejo utilizó su agilidad para ayudar a los demás.
Con el tiempo, los animales del bosque admiraron las nuevas actitudes de sus amigos y aprendieron a valorar y aceptar sus propias virtudes. Federico, el búho sabio, sonrió al ver la armonía que reinaba en el bosque, gracias a la aceptación y el amor propio de todos sus habitantes.
FIN.