Adam, el lagarto que brilla en Pozo Verde
Había una vez en el tranquilo pueblo de Pozo Verde, un niño llamado Adam. Adam era un chico amable y divertido que siempre tenía una sonrisa en su rostro.
Tenía muchos amigos con los que jugaba todos los días después de la escuela. Un día, algo extraño comenzó a sucederle a Adam. Empezó a notar que su piel se volvía verde y escamosa, como la de un lagarto.
Además, sus ojos brillaban como luciérnagas por la noche. Adam se asustó mucho al ver estos cambios en su cuerpo y decidió esconderse en su casa para evitar que sus amigos lo vieran. Adam pasaba sus días encerrado en su habitación, sintiéndose triste y solo.
Extrañaba jugar con sus amigos y compartir risas juntos. Un día, mientras miraba por la ventana, vio a sus amigos jugando en el parque sin él. Adam decidió salir de su escondite y enfrentar la situación.
Se puso una gorra para cubrir sus ojos brillantes y salió a reunirse con sus amigos en el parque. Cuando llegó al parque, todos se sorprendieron al verlo diferente. Al principio hubo silencio mientras todos lo observaban con curiosidad.
"¡Adam! ¡Qué te ha pasado! ¿Estás bien?" - preguntó Sofía preocupada. "Sí, estoy bien", respondió Adam tímidamente. "Algo extraño me ha ocurrido últimamente". Sus amigos se acercaron lentamente hacia él y comenzaron a hacerle preguntas sobre lo que le había pasado.
"¿Puedes cambiar de color?", preguntó Tomás con asombro. "Sí, puedo", respondió Adam mientras su piel cambiaba de verde a azul. Los amigos de Adam quedaron fascinados y comenzaron a jugar a descubrir qué otros colores podía cambiar.
Pronto, todos se dieron cuenta de que lo importante no era cómo se veían por fuera, sino la amistad y el cariño que compartían.
A partir de ese día, los niños del pueblo aprendieron una gran lección: nunca juzgar a alguien por su apariencia. Aunque Adam era diferente, seguía siendo el mismo amigo leal y divertido de siempre. Adam y sus amigos continuaron jugando juntos todos los días en el parque.
Descubrieron que cada uno tenía algo especial que los hacía únicos. Aprendieron a aceptarse y valorarse mutuamente sin importar cómo lucieran o qué habilidades tuvieran. La historia de Adam amigos Pozo Verde se convirtió en un ejemplo para toda la comunidad.
Los adultos también aprendieron a no juzgar superficialmente y enseñaron esta valiosa lección a sus hijos. Y así, gracias al coraje y la amistad de Adam, Pozo Verde se convirtió en un lugar donde todos eran aceptados tal como eran.
La diversidad fue celebrada y todos vivieron felices para siempre. El fin
FIN.