Adas del Bosque y el Misterioso Más Allá
En un hermoso bosque lleno de árboles altos y flores de todos los colores, vivían tres adorables adas: Lila, Pompón y Flor. Cada mañana, ellas danzaban entre las hojas y ayudaban a los animales y plantas a crecer felices.
Un día, mientras jugaban, una brisa suave trajo consigo un murmullo extraño que las hizo parar y mirar alrededor.
"¿Escucharon eso?" - preguntó Lila, con sus alas destellando como estrellas.
"Sí, parece que viene de la Casa del Mostró del Más Allá" - respondió Pompón, asomando su cabecita por detrás de un árbol.
"Nunca he estado allí. ¡Vamos a investigar!" - exclamó Flor, emocionada.
Las tres adas se miraron y decidieron aventurarse a la misteriosa casa. Cuando llegaron, se encontraron con una peculiar construcción llena de enredaderas y luces parpadeantes. Era un lugar mágico, pero también un poco aterrador.
Al acercarse a la puerta, se escuchó la voz grave del Mostró:
"¿Quién se atreve a venir a mi casa?"
Las adas se asustaron un poco, pero Lila dio un paso al frente.
"¡Hola! Somos Lila, Pompón y Flor, y venimos a explorar. No queremos molestarte, solo queríamos saber más sobre tu casa..."
El Mostró, que tenía una gran apariencia, se asomó por la ventana y las observó atentamente.
"¿Explorar? La mayoría de los seres del bosque huyen de mí. ¡Nunca me han hablado!"
Sorprendidas por su timidez, las adas decidieron hacerle compañía.
"No te juzgamos por tu apariencia. Todos tenemos algo especial dentro de nosotros. ¿Por qué no nos cuentas sobre ti?" - propuso Pompón.
El Mostró, conmovido por la amabilidad de las adas, decidió abrirles la puerta.
"Soy un guardián de recuerdos. Aquí guardo todas las historias del bosque. Nadie me habla porque tienen miedo de mí, pero en realidad soy solo un viejo soñador."
Las adas, intrigadas, lo siguieron dentro de la casa. Allí encontraron estanterías llenas de frascos que contenían luces brillantes. Cada frasco contaba una historia diferente del bosque: aventuras de animales, leyendas de árboles y risas de sus habitantes.
"¿Puedo mostrarles algunas?" - preguntó el Mostró, con una sonrisa tímida.
Las adas asintieron con entusiasmo. El Mostró alzó un frasco y, al abrirlo, una nube de luces danzantes salió de su interior.
"Esto es la historia de un pequeño erizo que ayudó a una mariposa a encontrar su camino a casa."
Las adas se maravillaron y comenzaron a contarle a su nuevo amigo sobre sus propias aventuras.
"Una vez ayudé a un ciervo perdido a encontrar su familia," - relató Lila.
"Y yo organicé una fiesta de flores con todas las criaturas del bosque," - añadió Flor.
Con cada historia compartida, el Mostró se sentía más alegre. Comenzó a invitarlas a aventuras en su casa.
"¿Quieren ayudarme a crear una nueva historia? Pueden ayudar a cultivar un nuevo jardín de luces en mi patio."
Lila, Pompón y Flor aceptaron de inmediato la propuesta del Mostró. Pasaron horas sembrando semillas mágicas y cuidando el jardín, riendo y creando nuevas historias juntos.
"¡Esto es lo mejor!" - exclamó Pompón.
"No sabía que podría ser tan divertido tener un amigo como vos," - añadió Lila, sonriendo.
Desde aquel día, las adas y el Mostró se volvieron grandes amigos. Juntos, compartían historias y cultivaban recuerdos que deslumbraban a todo el bosque.
Con el tiempo, el Mostró ya no era visto con miedo sino como un amigo querido. Sus historias y risas llenaban tanto su casa como el bosque.
Las adas aprendieron que la verdadera belleza no está en la apariencia, sino en el corazón de cada uno. Comprendieron que a veces, lo desconocido puede ser una gran aventura llena de amistad y alegría.
FIN.