Adas y el Bosque Encantado
Érase una vez, en un rincón mágico del bosque, vivía una pequeña adita llamada Adas. Adas era conocida por sus brillantes alas de colores que deslumbraban a todos los que la veían. Pero, aunque su vida pareciera perfecta, había algo que la preocupaba: el bosque estaba perdiendo su magia.
Una mañana soleada, mientras revoloteaba entre las flores, Adas se encontró con su amigo el búho Sabio.
"Sabio, ¿por qué el bosque se siente tan triste últimamente?" - preguntó Adas, aterrizando suavemente en una rama cercana.
"Ah, querida Adas", - respondió Sabio con un tono melancólico. "Las criaturas del bosque han dejado de cuidar la naturaleza. Ya no cuidan las flores ni el río, y eso lo hace menos mágico."
Adas sintió un nudo en el estómago. Pero, en vez de desanimarse, decidió que tenía que hacer algo al respecto.
"Voy a reunir a todos los animales del bosque. Necesitamos recordarles lo importante que es cuidar nuestro hogar" - exclamó con determinación.
Con su pequeño corazón lleno de valentía, Adas voló a reunir a sus amigos. Encontró a la familia de ciervos, a los traviesos conejitos y al orgulloso zorro. Todos se reunieron en un claro, donde la luz del sol iluminaba el lugar y el aire estaba impregnado del aroma de las flores.
"Amigos, el bosque está triste y necesitamos ayudarlo. Debemos cuidar cada rincón, cada árbol, y cada criatura que vive aquí" - dijo Adas con entusiasmo.
Los animales se miraron entre sí, algo escépticos. El zorro, en particular, frunció el ceño.
"Pero, ¿por qué deberíamos molestarnos en hacerlo?" - cuestionó. "No creo que haga diferencia alguna."
Adas sintió que su corazón se caía un poco, pero no estaba dispuesta a rendirse.
"Si cada uno de nosotros pone un poquito de esfuerzo, el cambio será enorme. Además, ¿no queremos que nuestro hogar siga siendo mágico?" - insistió.
Los ojos de los animales comenzaron a brillar con la idea. Entonces, decidieron que sí, iban a intentar hacer la diferencia.
"¿Y qué hacemos primero?" - preguntó un conejo curioso.
"Pongamos nuestras patas y alas a trabajar. Primero, vamos a limpiar el claro de basura y luego plantaremos nuevas flores" - respondió Adas, emocionada.
Con la dirección de Adas, cada uno se arremangó (o se sacudió, en el caso de los voladores) y se puso a trabajar. Los ciervos recogieron la basura, los conejitos cavaron agujeros para las nuevas plantas y el zorro, aunque un poco reticente, decidió ayudar protegiendo a los más pequeños de posibles peligros.
Pasaron los días y, poco a poco, el bosque comenzó a cambiar. Los colores se volvieron más vibrantes, las flores empezaron a florecer y el aire se llenó de risas de animales que jugaban y disfrutaban de la naturaleza.
Un día, mientras Adas se posaba en una rama, se dio cuenta de que algo más había ocurrido: la magia había vuelto al bosque.
"¡Mira, amigos!" - gritó emocionada. "El bosque está lleno de vida otra vez!"
Todos celebraron con alegría. Pero, en ese instante, el zorro se acercó a Adas.
"Sabes, al principio pensé que no importaba, pero ahora veo que, al unirnos, podemos lograr cosas increíbles" - dijo con sinceridad.
Adas sonrió y le respondió:
"Siempre es mejor cuidar de nuestro hogar juntos. Cada pequeño gesto cuenta y, juntos, somos más fuertes. ¡Sigamos cuidando el bosque!"
Y así fue como, gracias a la valentía y perseverancia de Adas, el bosque se llenó de vida, alegría y magia una vez más. Aprendieron que cuidar la naturaleza es un trabajo de equipo, y que con amor y dedicación, cualquier cosa es posible.
Desde ese día, cada animal del bosque se convirtió en un guardián de la naturaleza, recordando siempre la importancia de cuidar su hogar.
Y así termina la historia, pero la magia del bosque continúa viva en el corazón de todos sus habitantes, en especial, de la pequeña Adas.
FIN.