Adhayra y la Aventura en New Jersey



Había una vez, en un hermoso reino llamado Cusco, una pequeña princesa llamada Adhayra. Tenía solo cinco años, pero su corazón estaba lleno de sueños y aventuras. Su hermana menor, Naia, de un añito, era su mejor amiga, siempre sonriendo y balbuceando palabras dulces.

Adhayra y Naia vivían con su mamá, la reina Vaidya, que siempre les contaba historias sobre la magia del amor y la importancia de la familia. Sin embargo, había una tristeza en el corazón de Adhayra, porque su papá, el rey Jhon, tenía que vivir lejos por asuntos de la corona y a veces no podía estar con ellas.

Un día, mientras Adhayra jugaba en el jardín del castillo, la reina Vaidya se acercó con una gran sonrisa. "Adhayra, tengo una sorpresa para vos y para Naia. ¡Nos mudaremos a New Jersey, donde podrá estar el rey Jhon con nosotras!".

Adhayra saltó de alegría. "¿En serio, mamá? ¡Podré ver a papá todos los días!".

Al día siguiente, empacaron sus cosas y partieron hacia un nuevo hogar. La travesía fue emocionante. Viajaron en un gran carruaje cubierto de flores, y Adhayra se asomaba por la ventana mirando los paisajes que cambiaban a medida que avanzaban.

Cuando llegaron a New Jersey, todo parecía diferente. Las casas eran distintas, los árboles no eran los mismos, y había muchos niños jugando en la calle. Adhayra abrazó a Naia, que no parecía entender mucho, pero sonreía igual que su hermana.

En su nuevo vecindario, conocieron a una niña llamada Sofía, que estaba jugando con una pelota. "¡Hola! Soy Sofía. ¿Quieren jugar conmigo?".

Adhayra se sintió un poco tímida. "Soy Adhayra y ella es mi hermana Naia. Somos de muy lejos, de Cusco".

Sofía sonrió y dijo: "¡Genial! Puede que sean de lejos, pero todos aquí somos amigos. Vamos a jugar al fútbol".

Adhayra se unió al juego, pero enseguida se dio cuenta de que no sabía cómo jugar. Se sintió un poco triste, pero entonces recordó lo que su mamá solía decir: "Siempre hay algo nuevo por aprender, y lo divertido es intentarlo". Así que se armó de valor y comenzó a correr tras la pelota.

Días pasaron y Adhayra se fue sintiendo más cómoda en su nueva vida. Un día, mientras jugando con Sofía, sucedió algo inesperado. Mientras trataba de patear la pelota, se cayó y se raspó la rodilla. Comenzó a llorar, y eso hizo que Sofía se acercara rápidamente.

"No llores, Adhayra. ¡Mirá! Ya no soy una bebe, yo también me he caído muchas veces. En lugar de llorar, hagamos una carrera de saltos", sugirió Sofía.

Adhayra sonrió entre lágrimas. "¿De verdad? ¡Hagámoslo! Estoy lista para saltar".

Ambas comenzaron a saltar y reír, olvidándose del raspón. De a poco, Adhayra empezó a comprender que en cada obstáculo había una oportunidad para aprender y divertirse.

Cada día en New Jersey se convertía en una nueva aventura. Adhayra fue haciendo nuevos amigos, aprendió a jugar al fútbol y a montar bicicleta. A veces extrañaba su castillo en Cusco, pero cada vez que pensaba en su papá, una mágica luz llenaba su corazón gracias a las videollamadas que tenían. "Papito, ¡te extraño!", decía Adhayra.

El rey Jhon siempre respondía lleno de amor, "Yo también, princesa. Pronto vendré a verlas y haremos una gran fiesta juntas".

Y así, Adhayra entendió que no importaba donde estuvieran, siempre serían una familia unida por el amor. Aprendió que cambiar de lugar no significa dejar atrás lo que ama, sino que trae nuevas experiencias y amistades.

Finalmente, una tarde, mientras jugaba con sus amigos en el parque, Adhayra miró hacia el cielo y gritó: "¡Soy una princesa y vivo en un lugar mágico!". Todos se rieron y se unieron a su alegría. Y así, junto a su mamá, Naia y sus nuevos amigos, Adhayra seguía escribiendo su propia historia.

A partir de entonces, cada vez que algo nuevo llegaba a su vida, Adhayra no se sentía asustada; sabía que podía enfrentar cualquier cosa con una sonrisa y que cada día traía su propia magia.

FIN.

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