Adrián y el Closet de Maravillas
Era un día común en la vida de Adrián, un niño curioso y aventurero de diez años. Como en muchas ocasiones, estaba explorando su casa, buscando algo divertido para hacer. De repente, se le ocurrió abrir el closet de su habitación, un lugar que siempre le había parecido un poco misterioso, pero nunca había tenido el valor para investigar. Al abrir la puerta, se produjo una pequeña chispa de luz que lo sorprendió.
Al dar un paso adelante, Adrián se encontró en un mundo completamente diferente. El closet había dejado de ser un simple ropero y se había transformado en un mágico paraíso lleno de colores vibrantes y criaturas fabulosas. Montañas de algodón de azúcar brillaban bajo la luz del sol y los árboles estaban cubiertos de frutas que cantaban al viento.
"¡Esto es increíble!" exclamó Adrián mientras miraba a su alrededor. Allí, un pequeño duende llamado Tico se asomó detrás de un árbol de caramelos.
"¡Hola! ¡Bienvenido al Mundo de las Maravillas!" dijo Tico, sonriendo con sus grandes ojos brillantes.
"¿Mundo de las Maravillas? ¿Cómo llegué aquí?" preguntó Adrián, intrigado.
"Al abrir tu closet con curiosidad, abriste la puerta a la aventura. ¿Quieres conocerlo mejor?"
"¡Sí! ¡Claro que sí!" respondió Adrián entusiasmado.
Tico guió a Adrián a través de praderas de flores que reían y ríos de chocolate que parecían fluir eternamente. De pronto, encontraron un majestuoso castillo hecho de galletas.
"Ese es el Castillo de los Dulces, allí vive la Reina Saborina, la guardiana de los sabores. ¡Vamos a visitarla!" propuso Tico.
Al llegar al castillo, la reina, que tenía una corona de malvaviscos y una capa de caramelos, los recibió con alegría.
"¡Bienvenidos, aventureros!" dijo la Reina Saborina.
"¿Qué tipo de aventuras esperan encontrar aquí?"
Adrián se sintió un poco tímido, pero recordó que estaba en un mundo mágico y, llena de valentía, respondió:
"Quiero aprender sobre la amistad y la importancia de ser creativo."
La reina sonrió y explicó:
"En este mundo, cada sabor y color viene de la creatividad y la unión entre amigos. ¡Te mostraré cómo hacer un dulce especial!"
Juntos, comenzaron a mezclar sabores y colores. Un poco de frutilla de risa, un puñado de chocolate soñador y una pizca de narices de caramelo. Al final, lograron hacer un dulce que brillaba como un arcoíris.
"¡Lo logramos! Es hermoso!" exclamó Adrián, sintiendo una gran satisfacción.
Pero, de repente, una sombra cubrió el lugar. Un dragón de caramelo apareció, gruñendo y causando revuelo.
"¡Aléjate de mis dulces!" bramó el dragón.
"¡Espera! No queríamos incomodarte, solo queríamos colaborar y aprender sobre la amistad!" dijo Tico.
Adrián pensó rápido y tuvo una idea:
"¡Dragón de caramelo! Ven, únete a nosotros. Podemos crear juntos el dulce más grande del mundo. ¡Así todos disfrutarán!"
El dragón dudó, pero la idea lo intrigó.
"¿Realmente puede haber suficiente para todos?"
"¡Sí! Juntos seremos más creativos, y cada uno puede aportar lo que sabe hacer. ¡Hagamos un dulce gigante que nadie olvidará!" ofreció Adrián.
Así, el dragón se unió a ellos, y en poco tiempo, con risas y trabajo en equipo, lograron hacer el más grande y delicioso dulce que se haya visto. Todos en el mundo de las maravillas celebraron juntos.
Al final de ese día, la Reina Saborina, Tico y el dragón abrazaron a Adrián.
"Gracias por tu valentía y creatividad, niño. Has creado la verdadera amistad aquí. Cuando estés en casa, nunca dejes de explorar tus sueños y comparte tus ideas con otros."
"Lo haré, nunca lo olvidaré. Esto ha sido fantástico, pero creo que es hora de volver a casa." respondió sonriente.
Adrián se despidió de sus nuevos amigos y dio un último vistazo a ese mundo mágico. Al volver a abrir la puerta del closet, se encontró de regreso en su habitación. Aunque todo parecía normal, en su corazón sabía que siempre llevaría esa aventura con él.
Desde ese día, Adrián no solo exploró su hogar, sino también su creatividad. Organizó juegos y actividades con sus amigos, compartió historias y colores, y siempre, siempre, fomentó la amistad. Y cada vez que sentía la curiosidad crecer dentro de él, sabía que podría volver a su closet de maravillas cuando quisiera.
Y así, Adrián aprendió que el verdadero mundo de maravillas está en la imaginación, y que nunca hay que dejar de soñar, crear y, sobre todo, compartir con amigos.
FIN.