Adrián y las letras traviesas


Adrián se sintió un poco avergonzado al principio, pero al mismo tiempo emocionado de recibir la ayuda de su querida profesora.

Ella le explicó de manera paciente y amorosa cómo diferenciar entre la letra d y la b, así como entre la p y la q. "Mira, Adrián", dijo la profesora señalando en el papel las letras confusas. "La d tiene una barriguita que mira hacia abajo, como si estuviera durmiendo en una hamaca.

En cambio, la b tiene su barriga apuntando hacia arriba, como si estuviera balanceándose en un columpio. ¿Lo ves?". Adrián asintió con entusiasmo y comenzó a practicar trazando las letras en su cuaderno siguiendo los consejos de su maestra.

Poco a poco fue entendiendo la diferencia y logró identificarlas sin problemas. "¡Muy bien, Adrián!", exclamó la profesora orgullosa. "Ahora vamos a ver las letras p y q.

La p parece una pelotita con un palito que sostiene su cola para no caerse. Y la q es como un globo que está inflado por abajo. ¿Lo visualizas?". El niño asintió nuevamente y practicó trazando las letras con cuidado hasta dominarlas por completo.

Con el tiempo y gracias a la paciencia y dedicación de su maestra, Adrián superó sus dificultades para escribir esas letras confusas. Se sentía feliz cada vez que lograba distinguirlas correctamente y escribirlas sin errores.

Un día, durante una clase de escritura creativa, Adrián sorprendió a todos con un hermoso cuento que había escrito sin ninguna equivocación en las letras d, b, p o q. "¡Increíble trabajo, Adrián!", exclamó la profesora emocionada. "Estoy muy orgullosa de ti".

Desde ese día, Adrián se convirtió en uno de los mejores escritores de su clase. Siempre recordaba el cariño y apoyo de su maestra que lo ayudaron a superar sus dificultades iniciales.

Y así, con perseverancia y guiado por el amoroso acompañamiento de su profesora, Adrián descubrió todo un mundo nuevo a través de las palabras escritas.

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