Adrianita y el Misterio del Bosque Encantado



Adrianita era una niña de siete años, conocida por su valentía y su espíritu juguetón. Vivía en un pequeño pueblo rodeado de bosques. Un día, mientras jugaba en el parque con sus amigos, escuchó a su abuela hablando de un lugar misterioso en el bosque.

"¿Sabés, abuela? Dicen que en el bosque hay un árbol gigante que habla y concede deseos!" - dijo Adriana, sus ojos brillando de emoción.

"Es solo una leyenda, querida. Pero si alguna vez decides ir, ten cuidado. Este bosque es muy grande y pueden ocurrir cosas extrañas" - respondió su abuela, sonriendo con ternura.

Adrianita no podía dejar de pensar en aquel árbol. La curiosidad la llevó a planear una aventura. Así que, al día siguiente, se preparó con su mochila llena de provisiones y se dirigió al bosque.

Al entrar, el aire fresco le acarició la cara. Los árboles parecían murmurar secretos. Era como si el lugar estuviera lleno de magia.

De repente, escuchó un ruido detrás de un arbusto. Cuando miró, vio a un pequeño conejito que la observaba con ojos grandes y curiosos.

"Hola, pequeño!" - exclamó Adrianita, agachándose para acariciarlo.

"¿Có... có... cómo te llamas?" - preguntó el conejito, sorprendido de escuchar que ella podía hablar.

"Me llamo Adrianita. ¿Cuál es tu nombre?" - contestó la niña, encantada.

"Soy Rabo, y vivo aquí. Todo el mundo dice que el árbol tiene un poder especial... pero nadie ha logrado encontrarlo porque el camino cambia constantemente" - explicó el conejito.

A pesar de la advertencia, Adrianita se sintió aún más emocionada.

"Voy a encontrarlo, Rabo, ¡y te prometo que volveré con un deseo para los dos!" - dijo con determinación.

Rabo decidió unirse a ella. Juntos, comenzaron a caminar, pero pronto se dieron cuenta de que el camino era mucho más complicado de lo que Adriana pensaba. Había ramas que cruzaban su camino, ríos que debían cruzar y colinas que parecían interminables.

"¿Es este un desafío, verdad?" - dijo Adrianita riendo. "¡Nunca he tenido un día tan emocionante!" - Al ver que Rabo dudaba, agregó: "No te preocupes, ¡juntos lo lograremos!"

Después de varias horas de caminar, Adrianita se sintió cansada y un poco desanimada. Justo en ese momento, vieron una mariposa dorada volando en círculo.

"¡Mirá, Rabo! Esa mariposa se ve especial. ¿Creés que nos pueda ayudar?" - sugirió ella.

Siguieron a la mariposa que, como si supiera que la seguían, voló hacia adelante y los guió hacia un claro lleno de flores y luz. En el centro del claro, había un árbol inmenso, con ramas que se extendían hacia el cielo.

"¡Lo encontramos!" - gritó Adriana llena de alegría.

"Pero, ¿qué hacemos ahora?" - preguntó Rabo, un poco asustado.

"Chocaremos las palmas tres veces y pediremos un deseo." - dijo Adrianita, recordando las historias que había escuchado.

Hicieron lo que habían planeado, y en ese momento, el árbol comenzó a crujir y su tronco se iluminó.

"¡Hola, valientes aventureros!" - dijo una voz profunda que parecía provenir del árbol en sí. "Soy el Guardián de los Deseos. ¿Qué desean?"

Adrianita miró a Rabo y pensó por un momento. No quería pedir algo para sí misma, así que decidió:

"Quiero que todos los animales del bosque tengan un hogar seguro y un lugar donde jugar!" - exclamó con el corazón lleno de bondad.

El árbol brilló aún más.

"Tus deseos son una muestra de valentía y generosidad. Así será. Los animales vivirán en armonía. Pero recuerda, la verdadera magia está en cuidar y proteger a los demás." - respondió el árbol.

"¡Gracias!" - dijo Adrianita, saltando de alegría.

"Yo también quiero un deseo!" - gritó Rabo. "¡Quiero amigos para jugar sin parar!"

"Así será, pequeño amigo. La amistad también es un regalo." - dijo el árbol antes de desvanecerse en un brillo dorado.

Con sus corazones llenos de alegría, Adrianita y Rabo regresaron a casa. Compartieron sus aventuras con sus amigos y, desde ese día, el bosque fue un lugar donde todos los animales encontraban refugio y donde la amistad entre ellos y los humanos floreció.

Adrianita aprendió que ser valiente no era solo aventurarse hacia lo desconocido, sino también cuidar de los demás y hacer del mundo un lugar mejor.

Y así, cada día se convirtió en una nueva aventura, llena de magia, risas y sobre todo, mucho amor.

FIN.

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