Agatha, la Bruja del Laberinto Encantado



Había una vez en un campo verde y florido, donde los pájaros cantaban y las mariposas revoloteaban, vivía una bruja llamada Agatha.

A diferencia de las brujas malvadas de los cuentos, Agatha era amable y siempre ayudaba a quienes lo necesitaban en el pueblo cercano. Un día, mientras paseaba por el campo con sus escobas mágicas, vio a un grupo de niños y niñas jugando cerca de un viejo pozo.

Se acercó sigilosamente para observarlos y escuchó que estaban tristes porque no podían decidir qué juego jugar. Agatha sonrió con picardía y decidió echarles una mano.

Con un gesto elegante, sacó su varita mágica y dibujó en el suelo líneas de distintas formas: puntos, curvas, inclinadas, verticales y horizontales. Los niños/as se sorprendieron al ver cómo las líneas cobraban vida propia y formaban un laberinto mágico ante sus ojos. "¡Wow! ¿Qué es esto?" -exclamaron los niños/as maravillados.

La bruja les explicó que debían recorrer el laberinto siguiendo las líneas sin salirse del camino marcado. Además, les advirtió que debían tener cuidado con las curvas traicioneras que los llevarían por caminos equivocados.

Los niños/as se pusieron manos a la obra y comenzaron a atravesar el laberinto con entusiasmo. Descubrieron que algunas líneas los llevaban hacia adelante mientras que otras los hacían retroceder. A medida que avanzaban, encontraron desafíos como puentes levadizos hechos con líneas inclinadas o túneles secretos formados por líneas curvas.

Después de sortear todos los obstáculos, finalmente llegaron al centro del laberinto donde encontraron un cofre lleno de tesoros brillantes. Los niños/as celebraron su victoria entre risas y abrazos mientras agradecían a la bruja Agatha por tan divertida aventura.

"¡Gracias, Agatha! ¡Eres la mejor bruja del mundo!" -gritaron emocionados.

Agatha les guiñó un ojo y les recordó que lo importante no era solo llegar al final del laberinto, sino disfrutar del camino y trabajar juntos para superar cualquier desafío que se presentara en sus vidas. Los niños/as aprendieron una valiosa lección ese día gracias a la ayuda de la bondadosa bruja Agatha: siempre hay soluciones creativas para resolver problemas si se mantienen positivos y colaborativos.

Y así, entre risas y juegos en aquel campo encantado, vivieron felices para siempre.

FIN.

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