Agatha y el Poder de la Comprensión
Era un día normal en el reino de Filinsar, donde Agatha Filin Starsku, una guerrera valiente y diosa de la guerra, se encontraba en su taller puliendo su espada brillante. Con sus 118 años, Agatha había visto muchas batallas, pero hoy solo quería disfrutar de la tranquilidad del momento.
Mientras pasaba el paño por la hoja, un ruido estruendoso la hizo levantar la mirada. Ahí estaba su hermana Camila, con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Se notaba que estaba muy enojada.
"¡Agatha! No puedo creer que todavía estés aquí puliendo tu espada. ¡Hay cosas más importantes en juego!" - gritó Camila, su voz resonando por todo el taller.
Agatha dejó su espada a un lado y se acercó a su hermana.
"¿Qué ocurre, Camila? Pareces molesta. ¿Hay algo que te preocupe?"
Camila suspiró profundamente.
"Es que en la aldea los niños están peleando por un juego tonto y nadie está intentando resolverlo. Me siento frustrada, quiero ayudarles a que se entiendan, pero no sé por dónde empezar".
Agatha sonrió con ternura.
"Lo sé, hermana. Pero a veces, la guerra no se gana con espadas, sino con palabras. Vamos a ver cómo podemos ayudarles".
Ambas hermanas se dirigieron a la aldea. Al llegar, vieron a un grupo de niños discutiendo acaloradamente sobre quién iba a jugar primero. Los rostros de los pequeños estaban llenos de enojo y frustración.
Agatha se acercó a ellos con confianza.
"Hola, pequeños guerreros. ¿Qué sucede aquí?"
Los niños se miraron entre sí, un poco intimidados. Finalmente, uno de ellos habló.
"¡Queremos jugar al juego de las espadas, pero no sabemos quién empieza!"
Agatha frunció el ceño, recordando las lecciones que había aprendido en todas sus batallas.
"Eso suena complicado. Pero, ¿qué pasaría si en lugar de discutir, ustedes se turnan y se dan la oportunidad de jugar todos?"
Camila, que había estado escuchando, se le ocurrió una idea.
"O tal vez podamos hacer un juego donde todos sean los protagonistas. Un juego que no tenga ganadores ni perdedores, sólo diversión".
Los niños se miraron unos a otros mientras consideraban esta nueva opción. Tras un breve silencio, uno de ellos expresó su entusiasmo.
"¡Eso suena genial! Pero, ¿cómo jugamos?"
Agatha se agachó y comenzó a explicarles un juego nuevo donde cada uno podría ser un héroe, y todos tendrían un papel importante.
Al final, los niños se unieron en risas y alegría, disfrutando del nuevo juego improvisado. Agatha y Camila se sintieron orgullosas al ver cómo la frustración se transformaba en colaboración.
Después de un rato, los niños se acercaron a las hermanas.
"¡Gracias, Agatha y Camila! Aprendimos que discutir no nos ayudaba, pero encontrar soluciones juntos es mucho más divertido".
Agatha sonrió, mirando a su hermana.
"Siempre es mejor resolver los problemas hablando, en vez de peleando".
Camila asintió, gratificada por lo que habían logrado.
"Cada vez que tenemos un problema, podemos recordar esto: el poder de la comprensión es más fuerte que cualquier espada".
Y así, Agatha y Camila volvieron a casa, con la certeza de que en el mundo de las palabras y los juegos, la magia de la paz siempre sería un triunfo por encima de cualquier conflicto.
FIN.