Aguita, la gota sabia


Había una vez en un hermoso bosque, una pequeña gota de agua llamada Aguita. Aguita vivía feliz en un arroyo cristalino, disfrutando de la compañía de los peces y las plantas acuáticas.

Un día, el sol brillaba con fuerza sobre el bosque y Aguita sintió cómo su temperatura empezaba a subir. - ¡Ay, qué calor que hace hoy! -exclamó Aguita mientras sentía que se evaporaba lentamente.

Aguita se convirtió en vapor y comenzó a elevarse hacia el cielo azul. Allí, se encontró con muchas otras gotitas de agua que también habían sido llevadas por el calor del sol. Juntas formaron nubes blancas y esponjosas que flotaban suavemente sobre el paisaje.

- ¡Qué maravilla estar aquí arriba! -dijo Aguita emocionada. Pero pronto, las nubes se volvieron más oscuras y pesadas, y empezaron a soltar gotas de lluvia sobre la tierra sedienta.

Aguita cayó al suelo junto con la lluvia y empapó la tierra seca, ayudando a las plantas a crecer fuertes y saludables. - ¡Qué refrescante es caer como lluvia! -exclamó Aguita contenta.

Con el paso del tiempo, Aguita fue absorbida por las raíces de un árbol cercano y comenzó a ascender lentamente por su tronco hasta llegar a sus hojas verdes y brillantes. Allí, bajo la luz del sol, Aguita realizó la fotosíntesis junto con el árbol, convirtiendo la energía solar en alimento para ambos.

- ¡Qué maravilloso es ser parte de este proceso tan importante! -susurró Aguita maravillada. Pero un día, una brisa fresca sopló sobre el bosque y las hojas del árbol comenzaron a temblar.

Aguita sintió cómo era arrastrada hacia abajo nuevamente, esta vez en forma de rocío que cubría delicadamente las flores del jardín. - ¡Qué hermoso es ser rocío por la mañana! -dijo Aguita admirando su nuevo estado.

Así pasaron los días y las estaciones en el bosque, donde Aguita experimentaba todos los cambios de estado posibles: líquido en el arroyo, vapor en las nubes, líquido otra vez en forma de lluvia, sólido dentro del árbol y rocío al amanecer.

Cada transformación le enseñaba algo nuevo sobre sí misma y sobre la importancia de adaptarse a los diferentes entornos. Al finalizar cada ciclo completo de transformaciones, Aguita comprendió que su verdadera naturaleza era ser versátil y estar siempre lista para cambiar según lo requiriera la vida.

Y así siguió viajando por el mundo entero llevando consigo esa sabiduría adquirida en cada uno de sus estados.

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