Agustina en casa


Un día, Agustina se despertó con muchas ganas de jugar pero se dio cuenta de que estaba resfriada otra vez. Se sintió triste al pensar en todas las actividades divertidas que se estaba perdiendo en el jardín de infantes.

- Papá, ¿por qué siempre me enfermo y no puedo ir a la escuela? - preguntó Agustina con lágrimas en los ojos. - No te preocupes, mi amor.

Tu salud es lo más importante y pronto estarás mejor para disfrutar de todo lo que te gusta hacer - respondió su papá mientras le daba un abrazo reconfortante. Agustina sabía que su papá tenía razón, pero aun así seguía sintiéndose triste.

Fue entonces cuando recordó algo importante: ella podía seguir aprendiendo y divirtiéndose desde casa. Decidió buscar sus libros y empezar a leer sobre animales y plantas. También sacó sus juguetes favoritos y comenzó a jugar con ellos imaginando historias increíbles.

Incluso enseñó algunas palabras nuevas a su lorito, quien parecía estar muy contento de tener una compañera de juegos. Días después, Agustina se recuperó por completo y volvió al jardín de infantes junto a sus amigos.

Pero ahora tenía algo distinto: había descubierto que aprender y divertirse no dependían únicamente del lugar donde uno está sino también del estado mental en el que se encuentra.

Desde ese momento, cada vez que Agustina estaba enferma o no podía salir de casa por alguna razón, recordaba todo lo que había aprendido durante aquellos días aburridos pero llenos de aventuras e imaginación.

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