Agustina, la bruja real de la bondad


Había una vez una bruja llamada Agustina que vivía en una pequeña cabaña en el bosque. Agustina era conocida por ser muy inteligente y habilidosa en la preparación de pociones mágicas.

Todos los días se dedicaba a estudiar libros antiguos y experimentar con diferentes ingredientes para crear pociones de todo tipo. Un día, mientras Agustina estaba revolviendo un caldero lleno de hierbas y raíces, escuchó un ruido proveniente del jardín trasero de su casa.

Curiosa, salió a investigar y encontró a un conejito herido escondido entre las flores. - ¡Ay, pobrecito! ¿Qué te ha pasado? -exclamó Agustina acercándose al conejito.

El animalito parecía tener una pata lastimada, así que la bruja decidió llevarlo dentro de su casa para cuidarlo y curarlo con una poción especial. Mientras preparaba la poción curativa, Agustina le hablaba al conejito para tranquilizarlo. - No te preocupes, pequeño conejo. Pronto estarás bien otra vez.

Después de unos minutos, la bruja terminó la poción y se la dio al conejito para que bebiera. Al instante, el dolor desapareció y el conejito saltó emocionado por toda la habitación. - ¡Increíble! Mi poción funcionó -exclamó Agustina felizmente-.

Ahora podrás volver a jugar libremente por el bosque. A partir de ese día, el conejito se convirtió en el fiel compañero de Agustina. Juntos exploraban el bosque, ayudaban a los animales heridos y descubrían nuevos ingredientes para las pociones mágicas.

Un día, mientras caminaban por el bosque, Agustina y el conejito encontraron un lago lleno de agua cristalina. Cerca del lago había un cartel que decía: "Agua mágica: solo para seres con buen corazón". - ¡Qué interesante! -exclamó Agustina-.

¿Será que esta agua puede hacer algo especial? Decidida a probarlo, la bruja llenó una pequeña botella con el agua mágica y se la llevó de regreso a su casa.

Al llegar, comenzó a experimentar con ella e hizo varias pruebas en diferentes animales heridos que había encontrado en sus aventuras. Para su sorpresa, cada uno de ellos sanaba rápidamente al beber el agua mágica.

Agustina se dio cuenta de que tenía en sus manos un poderoso remedio capaz de curar cualquier enfermedad o lesión. Con su nuevo descubrimiento, Agustina decidió compartir la poción curativa con todas las criaturas del bosque.

Pronto, todos los animales conocieron el milagroso poder del agua mágica y acudían a la cabaña de la bruja cuando necesitaban ayuda. La noticia sobre las habilidades curativas de Agustina se extendió más allá del bosque y llegó hasta el rey del país vecino. El rey estaba muy enfermo y nadie podía encontrar una cura para él.

Cuando Agustina supo esto, no dudó ni un segundo en ir al castillo para ofrecerle al rey su agua mágica. El rey aceptó de inmediato y, después de beberla, se sintió mejor al instante.

El rey estaba tan agradecido que nombró a Agustina como la bruja real del reino y le otorgó una gran mansión en el castillo. Agustina continuó preparando sus pociones mágicas y ayudando a todos los necesitados del país.

Desde ese día, Agustina se convirtió en un ejemplo de bondad y generosidad para todos. Aprendimos que no importa lo pequeños o diferentes que seamos, siempre podemos hacer cosas maravillosas si tenemos un buen corazón y usamos nuestros talentos para ayudar a los demás.

Y así, la historia de la bruja Agustina nos enseña que incluso las personas con habilidades especiales pueden encontrar su camino hacia la felicidad cuando comparten sus dones con el mundo.

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