Agustina y el despertar puntual


Había una vez una niña llamada Agustina, a la que le encantaba dormir. Por las mañanas, siempre le costaba levantarse temprano y en más de una ocasión llegó tarde a la escuela.

Un día, su mamá la despertó como de costumbre, pero Agustina estaba tan cansada que se quedó dormida nuevamente. Al darse cuenta de que se había quedado dormida, Agustina saltó de la cama asustada. Rápidamente se vistió, desayunó apresuradamente y salió corriendo hacia la escuela.

En el camino se encontró con su amiga Sofía, quien notó lo agitada que estaba. "¿Qué te pasa, Agustina? ¿Por qué corres tanto?", preguntó Sofía preocupada.

"¡Me quedé dormida y llegué tarde a la escuela! ¡Seguro me van a retar!", respondió Agustina entre respiraciones entrecortadas. Sofía acompañó a Agustina hasta la puerta del colegio y juntas entraron en silencio.

Cuando llegaron al aula, todos los compañeros ya estaban en sus lugares y la maestra miraba fijamente el reloj. La maestra esperó a que Agustina tomara asiento y luego dijo: "Agustina, llegar tarde no está bien. Es importante ser puntual para poder aprovechar al máximo el tiempo en clase.

"Agustina se sintió avergonzada por haber llegado tarde y prometió esforzarse para no repetirlo. Durante esa mañana aprendió sobre la importancia de ser responsable y cumplir con las responsabilidades a tiempo.

Al terminar las clases, Sofía le propuso a Agustina ir juntas al parque para relajarse un rato después de un día agitado. Mientras jugaban en el parque, Sofía le dijo:"Agus, sé que te gusta mucho dormir, pero recuerda que también es importante organizarte para llegar a tiempo a tus compromisos.

"Agustina reflexionó sobre las palabras de su amiga mientras disfrutaban del atardecer en el parque. Decidió establecer una rutina antes de acostarse para asegurarse de levantarse temprano al día siguiente.

A partir de ese día, Agustina empezó a despertarse puntualmente todas las mañanas gracias a su nueva rutina nocturna. Nunca más volvió a llegar tarde a la escuela y aprendió que con organización podía disfrutar más del día sin prisas ni preocupaciones.

Y así fue cómo Agustina convirtió un pequeño error en una gran lección que le ayudaría toda su vida.

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