Ahmed y el mar infinito
Había una vez un niño llamado Ahmed que vivía en el desierto del Sáhara Occidental. Ahmed había escuchado muchas historias sobre el mar, pero nunca lo había visto con sus propios ojos.
Un día, su abuelo le contó sobre la inmensidad y la belleza del mar. Ahmed quedó maravillado con cada palabra que salía de la boca de su abuelo y decidió emprender un viaje para verlo por sí mismo.
Armado con su curiosidad y valentía, Ahmed se adentró en el desierto en busca del mar. Caminó durante días bajo el sol ardiente hasta que finalmente, divisó a lo lejos destellos de agua azul brillante.
Al llegar a la orilla, Ahmed sintió una emoción indescriptible al ver las olas rompiendo suavemente en la arena dorada. Se quitó los zapatos y corrió hacia el agua, riendo y gritando de alegría.
- ¡Abuelo, abuelo! ¡El mar es tan hermoso como tú me dijiste! -exclamó Ahmed mientras saltaba entre las olas. De repente, una gaviota se posó frente a él y comenzó a hablar:"¡Hola, pequeño amigo! ¿Cómo te llamas?" -preguntó la gaviota con curiosidad. "Soy Ahmed, vengo del desierto del Sáhara Occidental.
Nunca antes había visto el mar y estoy fascinado por su grandeza" -respondió emocionado Ahmed. La gaviota sonrió y le dijo:"El mar es vasto e impredecible, pero siempre encontrarás belleza en él si mantienes tu corazón abierto".
Ahmed pasó horas jugando en la playa, reagarrando almejas y observando cómo el sol se escondía lentamente detrás del horizonte. Estaba tan absorto en aquel espectáculo natural que no se dio cuenta de que estaba anocheciendo. De repente, escuchó unos pasos acercarse detrás suyo.
Era su abuelo buscándolo preocupado por no haber regresado al campamento antes del anochecer. "¡Ahmed! ¡Qué susto me diste! ¿Estás bien?" -dijo su abuelo entre alivio y regaño. "Sí, abuelo. Estoy bien.
Solo estaba disfrutando de este momento mágico" -respondió Ahmed con una sonrisa radiante en el rostro. Desde ese día, Ahmed visitaba regularmente el mar para jugar con las olas y conversar con sus nuevos amigos: las gaviotas.
Siempre recordaba las palabras sabias de su abuelo y mantenía vivo en su corazón aquel primer encuentro con la inmensidad azul que cambió su vida para siempre.
FIN.