Aiko y la Ciudad Flotante
Aiko siempre recordó con deseo la ciudad flotante de Aetheria. Para ella, que vivía en la tierra, era solo un punto lejano y resplandeciente en el cielo, un signo de un futuro ideal. Desde su ventana, contemplaba cómo Aetheria brillaba con los colores del amanecer, como si un arcoíris hubiese decidido descansar entre las nubes.
Un día, agotada por un largo día de escuela y en busca de inspiración, Aiko se dejó llevar por sus pensamientos y se quedó dormida en su habitación. Al abrir los ojos, se encontró en un lugar completamente diferente: estaba en Aetheria.
"¡Hola! ¿Eres nueva aquí?" preguntó una pequeña figura alada, que se presentó como Lila, una hada juguetona.
"¡Sí! Soy Aiko, de la tierra. Siempre soñé con venir aquí", respondió Aiko, con los ojos tan brillantes como las estrellas.
Lila sonrió y le llevó por las maravillas de Aetheria: edificios de cristal que danzaban suavemente en el aire, ríos de luz y flores que cantaban al ser tocadas.
"Aetheria es un lugar de sueños", dijo Lila. "Pero también tiene sus desafíos. La luz del cielo debe mantenerse viva, y cada uno de nosotros tiene un papel en ello".
Intrigada, Aiko preguntó:
"¿Y cómo puedo ayudar?"
"Te enseñaré a recolectar la luz de las estrellas. Así podremos encender el Faro de la Esperanza, el corazón de Aetheria. ¡Vamos!"
Aiko, emocionada, siguió a Lila a una colina donde las estrellas descendían a recoger la luz.
"¿Ves esos frascos? Debemos atrapar la luz antes de que regrese al cielo!" explicó Lila.
"¡Estoy lista!" gritó Aiko, corriendo hacia un frasco con un brillo tembloroso.
Pero de repente, una sombra oscura se cernió sobre ellas. Era el Rayo de la Desesperación, una criatura que había sido olvidada y que se alimentaba de la tristeza.
"¡Aquí nadie tiene que ser feliz! ¡Sufran en la oscuridad!" rugió el Rayo, provocando que las flores dejaran de cantar.
Aiko sintió miedo, pero también un deseo ardiente de ayudar a sus nuevos amigos.
"¡No puedo dejar que el miedo nos venza! -dijo Aiko con voz firme-. ¡La esperanza puede brillar aún más fuerte!"
"¡Sí!" gritó Lila. "Debemos unir nuestras luces."
Juntas, comenzaron a recolectar la luz de cada pequeño rincón de Aetheria.
"¡Aiko, debes usar tu voz!" le gritó Lila.
Aiko comenzó a cantar de su hogar, de su familia y amigos, y la luz comenzó a brillar con más fuerza.
"La luz de Aetheria brilla en todos nosotros", dijo Aiko mientras la luz crecía.
El Rayo, sorprendido por la unión de sus voces, se desvaneció mientras la luz inundaba el cielo.
"¡Lo logramos!" exclamó Lila, y el Faro de la Esperanza volvió a brillar, iluminando cada rincón de Aetheria.
Al regresar a su casa, Aiko despertó en su cama, con una sonrisa en su rostro. Aunque había sido solo un sueño, sabía que la luz de la esperanza vivía dentro de ella y podía traerla al mundo real.
Desde ese día, Aiko decidió compartir la luz de sus sueños, convirtiéndolos en realidad. Así, ella también sería un faro de esperanza en la tierra, animando a otros a ver sus propios brillos.
"Todos podemos ayudar a que las cosas brillen", decía a sus amigos siempre que podía.
Y en las noches claras, cuando miraba hacia el cielo, Aiko no solo veía un punto lejano. Veía un futuro lleno de posibilidades, un futuro donde los sueños pueden realizarse si se comparte la luz del corazón.
FIN.