Al Gato No Le Gusta Comer Pescado



En un pequeño pueblo junto al río, vivía un gato llamado Gato Pardo. A diferencia de todos los otros gatos del vecindario, a Gato Pardo no le gustaba comer pescado. Todos los días, los otros gatos se reunían alrededor del mercado después de que el pescadero limpiaba sus pescados y se deleitaban con los restos que caían al suelo.

- ¡Mira, Gato Pardo! -dijo una gata llamada Misi, mientras mordisqueaba un trozo de salmón.- ¿Por qué no comes nada?

- No me gusta el pescado -respondió Gato Pardo, frunciendo el hocico y alejándose de los demás.

Los otros gatos se reían de él.

- ¡Es imposible que un gato no le guste el pescado! -exclamó un gato más grande, llamado Gatuno.

Gato Pardo suspiró. En su lugar, disfrutaba de sabrosas croquetas, quesos y hasta frutas dulces. Pero sus gustos siempre eran motivo de bromas y risas en el grupo. Decidió un día que lo mejor sería buscar un lugar donde pudiera disfrutar de su comida sin ser juzgado.

Esa tarde, mientras exploraba el bosque cercana al pueblo, se topó con un grupo de animales que no eran como los demás.

- ¡Hola, Gato Pardo! -saludó una ardilla llamada Chispa, que estaba guardando nueces en un banco.

- Hola -dijo Gato Pardo con una leve sonrisa.- Estoy buscando un lugar para comer.

- ¿Qué te gusta comer? -preguntó Chispa curiosa.

- No me gusta el pescado, prefiero... -murmuró Gato Pardo, y se detuvo un momento para pensar en las deliciosas croquetas que había visto en la tienda.- Prefiero la comida crujiente, como las croquetas.

- ¡Eso suena riquísimo! -exclamó la ardilla, levantando una nuez como si fuera un trofeo.

Él se unió a Chispa y al resto de los animales del bosque: Rita la coneja, Pipo el sapo y Tito el ratón. Todos ellos compartían historias y, más importante, comidas deliciosas que no incluían pescado.

- Todos tenemos gustos diferentes -comentó Rita mientras mordisqueaba una zanahoria.- ¡Eso es lo que hace la vida tan emocionante!

Gato Pardo se sintió muy a gusto. Había encontrado un lugar donde lo aceptaban tal cual era, sin burlas ni críticas. Empezaron a cocinar juntos, y Gato Pardo compartió su receta de croquetas de pollo que había aprendido de su dueña. ¡Les encantó a todos!

Unos días después, Gato Pardo decidió regresar al pueblo.

- ¡Chicos! -gritó cuando se encontró con los otros gatos.- ¡Probé nuevas comidas! Y no sólo eso... les hice croquetas para que las prueben.

Los otros gatos se miraron entre sí, con desconfianza.

- ¿Croquetas? -dijo Misi, con una ceja levantada. - ¿Qué es eso?

Gato Pardo sonrió y sacó pequeñas croquetas de su mochila.

- ¡Prueben! -exclamó, animado.

Los otros gatos, escépticos, probaron una. Sus ojos se iluminaron de sorpresa.

- ¡Son riquísimas! -gritó Gatuno, acercándose rápidamente a por más.

- ¿Por qué no nos dijiste antes que podías cocinar? -preguntó Misi, mientras devoraba la última croqueta.

Gato Pardo se encogió de hombros.

- Porque pensé que a ustedes solo les gustaba el pescado. Pero todos somos diferentes y eso está bien.

Los otros gatos asintieron, dándose cuenta de que Gato Pardo tenía razón. Desde entonces, Gato Pardo y sus nuevos amigos del bosque compartieron recetas, incluyendo platos de frutas y vegetales.

- Si a todos nos gusta algo diferente, ¡podemos hacer un gran banquete! -dijo Rita.

Y así fue como Gato Pardo, el gato que nunca comió pescado, se convirtió en un gran chef del barrio, demostrando a todos que no hay un solo camino para disfrutar de la comida, y que lo más importante es ser uno mismo. Al final, creó un festival de comidas en el pueblo donde todos podían traer sus platos favoritos y compartir.

- ¡Vivan las croquetas! -gritaron todos al unísono durante el festival, mientras Gato Pardo sonreía feliz, sabiendo que el amor y la amistad son los ingredientes más esenciales para la más deliciosa de las comidas.

FIN.

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