Al Patito y las Frutas Mágicas
En un tranquilo estanque, vivía un patito llamado Pipo. Pipo era un patito muy simpático, con plumas amarillas y un esponjoso plumón. Sin embargo, había algo que lo hacía diferente de los demás patitos: ¡no le gustaban las frutas! Mientras sus amigos se deleitaban con jugosas sandías y dulces peras, Pipo fruncía el pico y se alejaba.
Un día, mientras exploraba los alrededores del estanque, Pipo conoció a una tortuga llamada Lila. Ella estaba disfrutando de un almuerzo de ensalada de frutas.
- “¡Hola, Pipo! ¿Querés un poco de ensalada de frutas? ” - le ofreció Lila.
- “No, gracias. A mí no me gustan las frutas” - respondió Pipo, con una mueca en su rostro.
Lila, curiosa, le preguntó:
- “Pero, ¿por qué no te gustan? Son tan sabrosas y saludables.”
- “No sé, nunca me han gustado. Siempre prefiero el pan tostado con manteca” - dijo Pipo, tratando de convencerse a sí mismo.
Lila pensó que podría ayudar a su amigo a descubrir lo que le estaba perdiendo. Así que organizó una pequeña fiesta con todos los animales del estanque, y decidió que la temática sería 'Las Frutas Mágicas'.
- “Vengan, amigos! ¡Tendremos una fiesta con frutas mágicas! ” - anunció Lila.
Los patitos, ranas, y demás animales se entusiasmaron con la idea. En un rincón del estanque, Lila mostró su gran plato de ensaladas de frutas de todos los colores y sabores. Había fresas rojas, plátanos amarillos, y kiwis verdes.
- “Pipo, ven a probar la fruta mágica. Dicen que hace que se escuche la música de la naturaleza” - lo animó una rana saltarina llamada Tito.
- “¿Música? Pero yo no quiero comer frutas” - insistió Pipo.
Sin embargo, no pudo resistir su curiosidad. Decidió dar un pequeño paso y probó un pedacito de fresa. Su rostro se iluminó al sentir el sabor dulce y jugoso.
- “Mmm… ¡no está tan mal! Pero no puedo comer fruta, ¿verdad? ” - dijo Pipo, sorprendido.
- “¡Claro que sí! Puedes elegir lo que quieras. La frutas son tan ricas y saludables que ¡te harán sentir genial! ” - le dijo Lila, sonriendo.
Así, Pipo siguió probando diferentes frutas, cada vez más intrigado por sus sabores y colores. Poco a poco, comenzó a disfrutar de cada bocado. Descubrió que le encantaba el chorro de jugo de la sandía, y las rodajas de kiwi lo hacían sentir refrescado.
Después de la fiesta, Pipo no podía dejar de hablar de las frutas. Se sintió tan bien al compartir ese momento con sus amigos que decidió ir al mercado con Lila a comprar algunas frutas para llevarlas al estanque.
- “Gracias, Lila. Me doy cuenta de que me estaba perdiendo de algo maravilloso” - le comentó Pipo.
- “A veces, solo necesitamos un poco de valor para probar cosas nuevas” - concluyó Lila con una gran sonrisa.
A partir de ese día, Pipo no solo se volvió el patito más feliz en el estanque, sino también el más aventurero. ¡Cada semana organizaba fiestas de frutas para sus amigos de la naturaleza! Y así, el patito que una vez evitó las frutas, se convirtió en un amante de la vida fresca y llena de colores.
La moraleja de esta historia es que a veces no sabemos cuánto nos estamos perdiendo simplemente porque no hemos intentado probarlo. Es importante ser valiente y estar dispuesto a experimentar cosas nuevas, ¡podemos sorprendernos gratamente!
FIN.